Nos hemos equivocado todos. Creíamos que teníamos una nueva Cartuja –y en pleno centro— y resulta que no, que está todo inventado. Por eso ha hecho bien el gobierno que dirige Mamen Sánchez en no hacer caso a los cantos de sirena, seguir con el calendario previsto para la nueva plaza Belén y firmar con la Junta de Andalucía la construcción y apertura del Museo del Flamenco para el 2021 en uno de los edificios.
Eran muchas las voces que decían en los últimos días que ya no hacía falta. Tras años de ratas y abandono tras el fiasco de la Ciudad del Flamenco, llegó la remodelación de la plaza con su arboleda, su auditorio y su cascada y, después, por si fuera poco, la bola. Perdón, La Bola. La Bola, allí, ligeramente lateralizada en este nuevo espacio, convertida en un nuevo becerro de oro, centro de peregrinaje, proyección del Jerez del siglo XXI que quiere ser, epítome y espejo de sus gentes. Han sido dos semanas preciosas, de auténtica felicidad, recibiendo incluso para su contemplación autobuses repletos de gente como los que van a Trebujena a los ‘garbanzos como conejos’. La leche. Y todo por la bola. La Bola. Una ciudad de nuevo ufana, orgullosa, recuperando ese punto chovinista de siempre pero ahora con toda la razón: lo mío es lo mejor y aquí hay que… hay que venir a ver La Bola.
Hasta que llegaron esas imágenes. Esas imágenes de televisión horrorosas, perturbadoras, inimaginables… una nueva ofensa del norte al sur. La Navidad en Vigo. Ese alcalde que fue ministro con Rodríguez Zapatero, Abel Caballero, y su navidad. Y sus bolas. Dos bolas, dos. Se vio bien claro por televisión: en Vigo tienen al menos dos bolas del mismo tamaño que la de Jerez. Y eso dando por supuesto que no haya más. En realidad ya habían llegado rumores de que el año pasado hubo bolas gigantes en otras ciudades, pero nadie lo quería creer. Hablar por hablar, decían. ¿Y qué se puede hacer contra una ciudad que tampoco es capital de provincia pero que tiene al menos dos bolas si tú solo tienes una? Hace bien la alcaldesa Mamen Sánchez en no prestar sus oídos a quienes reclamaban que la bola se quedara todo el año en la plaza Belén y seguir con sus planes para este espacio: bienvenido sea el Museo del Flamenco para remediar una nueva y terrible decepción…