Vaya, ahora va el Gobierno y quiere regular la actividad de los y las influencers, desde ahora ‘influ-ansar’, como se dirigió George Bush hijo (bueno, no fue exactamente así) a cierto presidente del gobierno español poco antes de que los dos pusieran los zapatos encima de la mesa, un gesto supuestamente viril que yo, la verdad, solo he visto dos veces, y en periódicos, que no cuenta.
Bien... ya estamos en la habitual digresión de cualquier ACME que se precie. Les decía que el Gobierno de la nación ha decidido meter mano tanto a los beneficios de los ‘influ-ansar’ como a sus contenidos. Debe quedar más claro que se está realizando publicidad, queda prohibido el tabaco (incluido el vapeo) y los medicamentos, mientras que para el alcohol se establecen una serie de tramos horarios en los que debe tenerse en cuenta la edad de la audiencia. También se tienen en cuenta ingresos –el cambio radical es partir de los 300.000 euros–, las visitas e incluso el número de contenidos.
Esto viene a endurecer las condiciones de vida de quienes pretendan ganarse la ídem siendo el punto amo (les suena...) de los videojuegos o de la moda, la belleza, la salud, la cocina… incluso de temas económicos o de cómo hacerse correctamente el nudo de la corbata, cosas estas dos, sin duda, fundamentales para el desenvolvimiento del ser humano.
En principio la cosa parece que no ha gustado mucho a los autodefinidos como “creadores de contenido”, un término que, desde que se popularizó hace ya algunos años, ha llevado a este cronista a pensar (siempre en modo boomer) qué han estado haciendo durante los últimos siglos los novelistas, periodistas, guionistas, directores de cine… e incluso dramaturgos y poetas, parafraseando una cita de Martin Amis en ‘La información’, que después del éxito de la película ‘La zona de interés’, más de uno-a se ha lanzado a leer más de este autor y precisamente la novela en que se basa la película no está entre las mejores del autor inglés.
Total, que hablábamos de creadores de contenido… de contenido digital, plataformas digitales o como se quiera decir, pero el matiz es importante. De hecho, sin decirlo, ellos mismos es lo que buscan, porque han salido varios diciendo que no entienden que se les apliquen estas medidas, que van en línea con la televisión convencional, medidas del siglo XX, cuando ellos no solo viven, sino que son los 'putos amos' (otra vez la expresión... ¡fuera de mi cabeza, Óscar Puente!) del siglo XXI. Pues nada. El Gobierno no sabe lo que ha hecho: si reconoce la calidad de influencer solo a los que ganan más de 300.000 euros al año... entonces, de manera tácita, se la niega a los que ganan 299.999 euros, lo que hoy por hoy viene a ser un insulto. Tú no eres influencer. Miles de jóvenes ofendidos. Esto no se ha calibrado bien en la Moncloa, que lo que debería hacer es sentar las bases de una Formación Profesional reglada para los Influencers, y dejarse de andar tocando las narices desde el siglo XX. Hay que tener en cuenta que dos de cada tres mozalbetes y pipiolas en España manifiestan su interés por desarrollar actividad en este trabajo, por lo que el Gobierno lo que debería hacer es formar a todo este talento en ciernes antes de que emprendan el duro camino del exilio a Andorra, que es como estar en casa pero con algo más de frío y de catalán...
A modo de coda: este artículo tiene la costumbre de incluir algo relacionado con Jerez, así que, qué mejor que recordar que este mismo sábado, fecha de publicación del artículo que tiene usted enfrente, comienza la Feria del Caballo de Jerez... Un sitio que no llega al nivel de la Feria de Abril en cuanto a presencia de 'influ-ansar', pero que, como ya reparó alguien de Madrid o algún sitio así, en Jerez es todo mucho más sencillo cuando después de trabajar te quieres tomar algo para refrescarte del calor, que no deja de ser una nueva manera de definir la fiesta de Jerez...