Decía el hoy casi olvidado Camilo José Cela aquello de “no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”, aserto que parece casi imposible que se produjera ya casi acabando el siglo XX y no partiera siglos antes, no sé, del ingenio Francisco de Quevedo o de un Baltasar Gracián juguetón y, para variar, un punto macarra. Pues sí, queridos amigos lingüistas, queridas amigas semiólogas, un participio y un gerundio de un mismo verbo, el cambio de una simple terminación, nos puede llevar a sitios muy, pero que muy distintos.
Tras esta breve digresión cultural, que espero no haya sido muy indigesta para nadie, vamos a tomar tierra, y lo vamos a hacer, por supuesto, en la muy noble y muy leal Jerez de la Fra. Porque vamos a ver, hablando del tiempo de Zambombas, claro: ¿Jerez es una ciudad arrasadora, tal y como sostiene su principal prócer, la alcaldesa Pelayo, o es una ciudad arrasada, tal y como empieza a mantener buena parte del heroico vecindario del centro de la ciudad? Ya ven, dos palabras distintas a partir del mismo verbo, arrasar, nos lleva a conclusiones casi casi tan distintas como a las que llegó el señor Cela en los años 70 del pasado siglo.
La valoración de la alcaldesa es muy importante: Jerez como ciudad arrasadora gracias a sus Zambombas. Todo el centro lleno. Gente llegada de toda España –y parte del extranjero, como se decía antes– atestando sus calles, plazas, bares, restaurantes, etc. Una auténtica muchedumbre de gente sin tener, en muchos casos, una idea exacta de adónde ir, ni qué hacer, salvo comer y beber… que también, oigan, que también. No vamos a seguir: con recordar lo de los Sanfermines del Sur que ha empezado a correr por redes sociales es suficientemente explícito. Todo eso, más varios metros cúbicos de pis descargados en las calles por varios cientos de guarros (y guarras), son arrasar para el gobierno municipal y, en realidad, no deja de llevar razón, un poco de la de los hunos, pero razón al fin y al cabo.
Pero parafraseando a Unamuno, podríamos ver las razones de los ‘hotros’... total, no tiene sentido, es lo mismo, eso sí, desde el otro punto de vista. Lo dejamos en que sencillamente el puente de la Inmaculada, los vecinos del centro que tienen alguna opción han comenzado a irse de sus casas: a la playa, a la montaña o a visitar a ese primo segundo de Brazatortas al que no ven nunca. En cinco o seis años (y téngase en cuenta que ha estado por medio la pandemia) hemos pasado del “ven, ven, ven, vente pa’ Jerez” a un “ni se te ocurra, esto ya no es lo que era” cuando familiares o amigos de otras latitudes dejan caer lo de darse una vuelta el puente para disfrutar (¿?) de las Zambombas.
Ah, está también el conflicto entre arrasadores y arrasados en la hostelería. Arrasadores, los propietarios y esta gallina de los huevos de oro; arrasados, los camareros. ¿Refuerzos? ¿Horas extra pagadas? ¿Gratificaciones? ¿Días a cuenta? Pregunten, pregunten… y traigan la excepción que confirme la regla (este cronista, efectivamente, conoce dos, vamos a decir la verdad). Luego que por qué la gente no quiere ser camarero...
Pero dejémoslo, todo sea por el turismo. Vengan a una ciudad amable como Jerez de la Fra, pese a todo, a disfrutar de las ‘zambombis’ o ‘zanzombis’ o ‘zambobás’ o como quieran llamarlas. La Zambomba, pal' que la busque y la encuentre…
A modo de coda. En realidad, este artículo no tiene ningún valor porque parte de una premisa equivocada. En efecto, Cela dijo en algún momento de su vida aquello de jodido y jodiendo, pero no en el Congreso de los Diputados en 1977, donde se establece la cita, eso es apócrifo. Incluso dicen que en el siglo XIX algún gobernante dijo ya algo similar y parece que la frase ya existía: al final, en España, siempre nos acercamos a Quevedo...