El gobierno municipal de Jerez de la Fra –ya saben, la muy noble y muy leal– tiene idea de plantar cara al ruido. Que si el tráfico, que si esto o lo otro… total, dar vueltas al molino antes de ‘ir al turrón’, al ruido en algunas calles del centro –Algarve, Caballeros (parte), Chapinería (parte también), Consistorio, Remedios o San Pablo– en cuanto a bares se refiere, o la Alameda Vieja y aledaños si de lo que se habla es de botellón ‘clandestino’. Algunas de estas calles están sujetas o van a estarlo a lo que, de manera técnica, se llama zonas acústicamente saturadas, zonas ZAS, que suena muy bien, casi onomatopéyico, como una leche.
El gobierno municipal dio un poco de ‘cuartelillo’, que se decía antes, durante las Navidades, y parece que coincidiendo con los seis meses al frente de Consistorio le va a meter mano a este asunto.
El pasado lunes, sin ir más lejos, pasó por la calle Algarve un grupo de cuatro policías municipales a eso de las nueve de la noche. El lunes, que no había ni el Tato, claro. Se ve que estaban tomándole la medida al ingente problema que la Policía Local tiene sobre la mesa… o tal vez simplemente acababan de salir de su turno e iban plácidamente dando un paseo hasta sus casas o coches, vaya usted a saber, que es ver a cuatro policías juntos en las calles del centro y echar a volar la imaginación, que la policía no es un sacerdocio.
En realidad, no hay mucho de qué hablar. En el pequeño ecosistema de Algarve y alrededores hay bares con licencia para terraza que no venden bebidas para la calle, hay bares con licencia para terraza que también venden para la calle y hay bares sin licencia para terraza y a los que les da igual si sus clientes se quedan dentro o salen a la calle, siempre que paguen la ronda al pedirla o sean de confianza, que eso también cuenta, algo fundamental en las relaciones humanas. Los horarios de cierres son muy elásticos –ultraliberales, que diría Javier Milei– y a veces dependen de factores exógenos como la lluvia o, precisamente, del paseo de alguna pareja de policías a modo de recordatorio.
Luego hay bares que tienen cierto interés, cierta gracia y otros que básicamente consisten en un revivido futbolín con una serie de accesorios alrededor, como una barra, reguetón y unos baños al fondo. Ah, y la puerta, la puerta siempre abierta, para que todo el mundo oiga cuando marcan, es un poné, el Chino, el Jesuli, el Canijo o el Tangana.
En algunas ciudades, las autoridades municipales están pidiendo a la gente que vuelva a los bares, al interior de los bares, se entiende. ¿Cómo? Pues acotando terrazas, que ya va para cuatro años de la pandemia. Eso va a costar en Jerez de la Fra (y en todo lo que se considera el Sur, así, con mayúsculas) porque de alguna manera el uso de la calle, de la vía pública, se considera por muchas personas, sobre todo por muchas personas hosteleras, una especie de derecho adquirido, reforzado por una manera de vivir marcada, sencillamente, por el buen tiempo, vamos a dejarnos de florituras y filosofías baratas. En realidad, se ha superado aquella teoría ya expresada en un MARCA ACME de hace algún tiempo: lo normal en el mundo mundial es que los bares, algunos bares, tengan terraza; en Jerez hay varios casos inversos, terrazas que, como por añadidura, tienen bar… vaya, que como si el interior se aprovecha para peluquería unisex, por ejemplo. Y tan pichis.
Pero volvamos a lo que nos interesa. En un programa de máximos y con un punto filosófico: ¿Se puede decir que la Policía Local de Jerez de la Fra va a plantar cara al buen tiempo? No, amigas y amigos: ustedes no vieron cómo los cuatro agentes disfrutaban de su paseo el lunes noche por las casi solitarias calles del centro de la ciudad.