La calle Tornería lleva ya varios meses de obras, como saben bien todos los vecinos de la muy noble y muy leal Jerez de la Fra. Y lo que se empieza a ver no levanta pasiones. Pasiones por las obras, qué cosa. Por temas laborales este cronista pasa por ahí casi todos los días un par de veces, por lo que posiblemente es la obra a la que le haya prestado más atención en toda su vida, incluso más que la obra de la vivienda que se compró en su día sobre plano. Como es habitual, a veces hay gente mayor del género masculino –bueno, ahora no sé si esta definición es correcta– observando el devenir de la obra, auténticos cronistas de lo que será la nueva Tornería, pero no en exceso, no se crean, pese a ser una calle tan significativa en la vida de Jerez, no es una obra, digamos, cómoda de presenciar, evaluar y después discutir, debido sobre todo a que se trata de una calle estrecha y la gente mayor es palpable que prefiere para esta actividad avenidas y plazas, preferiblemente soleadas en invierno y con buena sombra cuando llega el verano.
Y el caso es que se trata de una obra que, a su manera, trata de entretener a los viandantes. Ahora, por ejemplo, ha cambiado el paso y, en vez de ir hacia Plateros por el lado derecho de la calle, se ha pasado al izquierdo. ¿Este cambio encierra alguna clave política? ¿La obra nos quiere decir algo? Como han puesto el aviso retranqueado, más de uno tiene que volver sobre sus pasos. El otro día, como a eso de las diez de la mañana, este cronista tuvo una de esas experiencias que, de alguna manera, te retrotraen a la infancia: olía a foie gras. A ver, que no olía a paté de los miles de sabores que hay hoy en día –personalmente mi favorito es el paté de sardina que hacen en Portugal y que, incomprensiblemente, se ve poco o nada en España– y tampoco a lo que lo que los franceses llaman con razón foie gras, que para eso el producto es suyo, sino a nuestro foie gras. Paté de foie. El fuargrá de los barrios, vaya, que no arrancamos. Toda una experiencia gastronómica altamente ‘instagrameable’, girar la cabeza siguiendo el rastro del olor y ver a un trabajador untando con deleite el fuargrá sobre el pan momentos antes de proceder a la pitanza de un bocadillo de esos como dios manda. Todo a pie de bordillo, como le gustaba comer a Matonkiki, la prima de Celia en la saga de Elena Fortún.
La obra también tiene atareados a los empleados de los dos hoteles que hay al comienzo de la calle, sobre todo a los del María Luisa (por su vestuario ‘retro’ son más visibles), que con cierta frecuencia tienen que salir a auxiliar a los futuros huéspedes que llegan con el coche hasta ahí y llega un momento en que no saben bien qué hacer. De hecho, en algunas ocasiones se ha podido ver junto a la obra, al comienzo de la calle Porvera, reserva de aparcamiento del hotel con la colocación de postes separadores con su correspondiente cordón, una invitación a aparcar, aunque sea momentáneamente, a coches generalmente de alta gama.
Pues cosas así son la que por ahora nos ofrece la ampliación de la plataforma única –es escribir ‘plataforma única’ y echar de menos al anterior delegado de Urbanismo, a José Antonio Díaz… se acerca el momento de ir cogiendo unas vacaciones– a este tramo de la calle Tornería, una obra en la que hubo días, muchos días, en que solo estaban dos trabajadores en el tajo, y así es difícil.
En cualquier caso, para cuando termine la obra, el auténtico problema que tendrá que afrontar el Ayuntamiento es el del tráfico de la calle. Este tipo de diseño, de ‘plataforma única’, que con tanto afán didáctico defendía el nombrado José Antonio Díaz, necesita de una drástica reducción del número de coches que transitan por dicha vía, restringir el tráfico, en definitiva, a los residentes, servicios públicos y, tal vez, carga y descarga. En los últimos tiempos, hasta que dio comienzo la obra, no era así ya que Tornería volvía a ser un atajo para alcanzar José Luis Díez (el Arroyo) y salir por ahí del centro de Jerez. Si se quitan las aceras (que para algo se ‘inventaron’) tiene que estar garantizada la seguridad de los peatones, es decir, coches los justos y a 10 km/h, que últimamente, ya decimos, ni una cosa ni otra, que ha habido momentos en que peatones y coches venían protagonizando escenas de persecución y carreras que no desmerecerían en unos San Fermines.
Bien, les dejo por ahora. Son las once de la mañana cuando termino estás líneas, hora ideal para zamparse un delicioso montadito de fuargrá y tirar poco después a inspeccionar la obra...