Qué pesadilla con esta gente. Les prometo que, de muchos ellos, soy plenamente consciente de su valía. De su buen hacer. De la manera en que se plantean los problemas, nuestros problemas, sus problemas, los problemas de todos. Pero hay veces que es imposible aceptar según qué cuestiones. Problemas que surgen única y exclusivamente de las dinámicas de poder existentes en nuestros parlamentos autonómicos y nacional. Les propongo una muestra.
Pueden elegir las gafas que más les gusten. El primero de los modelos anuncia que la izquierda ha rechazado que el Congreso investigue todos los abusos sexuales a menores. El segundo anuncia el bloqueo de la derecha a la creación de una comisión que investigue los abusos sexuales a menores cometidos en la Iglesia. Pudiera parecer que estoy divagando, pero en Twitter y en Facebook —que es donde se resuelven todos los problemas— podemos observar publicaciones con titulares como estos.
Madre mía, parecería que nuestros órganos representativos son la panacea, pero que, según un diario u otro, los culpables o los malos son unos u otros. Por otro lado, ¿dónde está la Fiscalía o para qué sirve si los problemas los van a resolver en el Congreso? Pudieran estar desmereciendo a cientos de profesionales que lidian día a día con estos problemas, y, además, lo hacen con una falta de medios que no parece que vaya a remediarse. Los animo a ponerse unos cristales progresivos, que les permitan ver lo uno y lo otro, y lo absurdo de posicionarse cuando lo real es que el problema existe y hay que combatirlo.
Estas jugadas no son las únicas dignas de comentario. Pero me niego a volver a hablar de la mascarilla en exteriores. Solo les diré que abran la ventana y vean a la gente por la calle. Y que lean periódicos de un color y de otro.
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