La ciudad es un medio hostil para los gatos domésticos. Cuando uno de ellos se pierde, ve cómo su cobijo, su alimento, los rincones donde se esconde si algo le asusta, el bebedero donde calma la sed, el territorio amigo con su olor, todo eso en unos minutos desaparece.Las estadísticas dicen que no más de un 30% de gatos perdidos sobreviven. No saben dónde buscar alimento, y el estrés baja sus defensas hasta tal punto, que en breve enferman y acaban dejándose morir, ateridos de frío, minados de pulgas en cualquier solar abandonado, víctimas de enfermedades víricas para las que hay vacunas, pero los dueños y dueñas nos relajamos y tampoco vacunamos. Si se acercan a una colonia, los otros gatos defenderán lo suyo con uñas y dientes, si se acerca a una casa, lo echarán a patadas.Si son hembras o machos en celo, acaban siendo los “gatos cero” que originan una nueva colonia feral. Nuestros gatos no deberían llegar a la madurez sexual sin esterilizar y salir a dar rienda suelta a su instinto. La naturaleza les hará buscar aparearse, y seremos responsables de la llegada de nuevos gatos sin hogar, esos tan monos y que nadie quiere, que acaban sufriendo en sus pequeños cuerpos el abandono antes casi de abrir los ojos.El día que decidimos convertirnos en dueños y dueñas de gatos domésticos, debemos hacerlo al 100%. Nuestros gatos son nuestros. No deberían estar asomados a un alféizar en altura, porque aunque “no son tontos”, sufren caídas y se matan, no deberían colarse en el jardín del “Paco”, porque él no desea tener gatos y le causará molestias si muerde sus plantas o micciona en su propiedad, y si tu “Paco” es de los que solucionan los problemas a las bravas y al margen de la ley, tendremos otra vez gatos muertos a “plomillazos” o envenenados. No deberían cruzar la calle, porque son demasiadas las veces que no llegan vivos a la otra acera.El pasado viernes nos quebramos la cabeza hasta la migraña por ayudar a una gata con dueña que había escapado días atrás, quedándose atrapada en los tejados de un palacete en ruinas y cerrado a cal y canto. No había modo de acceder a ella sin riesgo. Multitud de razones legales y el sentido común impedían su rescate de aquel tejado de uralita.