Menos pin, más palaustre y muchos colores

Ellos y ellas, que escolarizan a sus hijos e hijas en colegios concertados y privados, se quieren meter en nuestras aulas públicas. No para arreglarlas

Periodista.

El patio del recreo de un colegio de Andalucía.

Se ha inventado la ultraderecha la polémica del pin parental. En realidad, no es un invento de éstos. La batalla cultural, su estrechez de mente, su censura previa, es consustancial a su propia existencia, legitimada además por 40 años de educación nacionalcatólica que sí adoctrinó a generaciones y generaciones, privándoles de libertad, pensamiento crítico y, sobre todo, del respeto a los derechos humanos.

Y mientras sus bravuconadas, sus amenazas, sus mentiras son seguidas por PP y Cs –la derecha constitucionalista dicen, irresponsables y tan ultra como ellos—, 64 niños de Cádiz no pueden entrar en la biblioteca de su cole por peligro a que se venga abajo. Son los últimos alumnos de la Institución Provincial Gaditana, un centro propiedad de la Diputación de Cádiz, gobernada —menos una legislatura— siempre por el PSOE. Duele aún más. Aunque aquí en Andalucía, ya estamos acostumbradas. Y ahora, con PP y Cs en el Gobierno de la Junta, curadas de espanto. Un año de Gobierno, 411 líneas de la educación pública cerradas, 73 trabajadoras de las escuelas infantiles en la calle, y más de 1.500 monitores y monitoras de necesidades educativas especiales e intérpretes de lengua de signos, en la cuerda floja. Suma y sigue.

Pero ellos y ellas, que escolarizan a sus hijos e hijas en colegios concertados y privados, se quieren meter en nuestras aulas públicas. No para arreglarlas, para dotarlas de las últimas tecnologías que merecen nuestros hijos e hijas. No para que no pasen frío y tengan que dar las clases con los chaquetones puestos o pasen tanto calor que directamente se cuezan en cuanto asoma el mes de abril. No para que los niños y niñas de la Institución tengan un cole que no sea la viva imagen de un colegio de posguerra, con grietas, goteras, ventanas rotas, puertas sin cerraduras, barandas oxidadas, interruptores a la vista o una cuerda que funciona como candado de una de las puertas de acceso al centro.

No nos queda cuaderno para apuntar tantos desperfectos, tantos daños estructurales, tanta dejadez mientras subimos una planta, entramos en una clase o nos abren una puerta –esta sí, con candado y sin acceso a los alumnos— para bajar a unos sótanos donde el panorama es desolador. Tanto como ese patio de Infantil, donde no hay pequeños que jueguen en su rayuela. Ya no hay niños ni niñas nuevos. Porque… ¿qué podría enseñar la dirección a unos padres que se interesaran por escolarizar a sus hijos allí? Ni siquiera ya tienen que pasar por ese embarazoso trámite. No hay ninguna solicitud. Cero interés.

Pero ¿y los que están? ¿No tienen derecho a recibir una educación de calidad, una educación respetuosa con los derechos humanos, una educación afectiva sexual, una educación para la igualdad? Estos 64 niños y niñas no sólo tienen que aguantar que la derecha de este país les quiera privar de todo esto sino que el PSOE, en Diputación, los haya dejado en el más absoluto de los abandonos, poniendo en riesgo su seguridad y privándoles de confort, de un colegio digno, bonito. Y, sobre todo, coartándoles la posibilidad de imaginar, volar, crecer y soñar en su biblioteca. En su interior, un cartel adjunto a un mapamundi, pregunta a qué país te gustaría viajar. Pero ellos, no pueden señalar con el dedo ninguno porque otro cartel en la puerta, les impide el acceso a la sala por cuestiones de seguridad.

Y entre tanto óxido, caliche y desidia institucional, los colores asoman en una de las paredes del patio. Un dibujo, como símbolo del trabajo colectivo, del cariño por el centro, de las ganas de continuar y de seguir educando en libertad frente al gris de las paredes y de las administraciones que los han dejado en la cuneta. Colores morado, verde y rojo para pintar la Puerta Violeta de Rozalén y que, al menos, esos 64 niños sean capaces de recibir lo mejor de la pública: la educación en igualdad en un colegio que están dejando morir.

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