La andaluza Ángela Ponce ha participado esta madrugada en el certamen Miss Universo con la banda de España. No ha ganado la corona de la belleza universal, pero ha ganado algo mucho más importante. Hay quienes desde la aplicación estricta del dogma critican a la joven española por, según dicen, representar los valores hegemónicos asociados al género femenino por parte del patriarcado.
Para esta corriente de pensamiento, la modelo andaluza fomenta los estereotipos de género y se convierte en mujer objeto, que es de donde el movimiento feminista quiere sacar a las mujeres.
Como el movimiento feminista quiere abolir el género, se exige a las mujeres transexuales que no se referencien en la feminidad hegemónica en su proceso de construcción identitaria.
Más o menos, a las mujeres trans se les viene a decir que se inventen un mundo nuevo desde la infancia para poder aspirar a ser tratadas en su identidad sentida y vivida. Es decir, que sean mujeres ya con el género deconstruido y abolido para el gozo de los y las grandes teóricas del género.
Sorprende este maximalismo con una mujer trans mientras el feminismo lleva años peleando y celebrando la entrada de las mujeres en el mundo del fútbol, en la judicatura, en las multinacionales del IBEX-35, en el Ejército o incluso en las altas instituciones monetarias, que de feministas tienen poco aunque haya mujeres presidiendo el Fondo Monetario Internacional o metiendo goles en un campo.
Claro que Miss Universo no es un certamen revolucionario pero, mientras exista, será obligatorio defender que puedan participar mujeres transexuales desde el paradigma de la inclusión y la igualdad. Del mismo modo que hay feministas que celebraron que la exministra de Justicia Carmen Chacón pasara revista a una compañía mixta de los tres ejércitos: “Capitan, mande firmes”, dijo Chacón, fallecida en 2017.
La imagen de la exministra no es revolucionaria, porque el feminismo es pacifista, pero sí es igualitaria porque es el símbolo de que las mujeres se abren paso en un mundo de hombres. Y gracias a ello, Carmen Chacon se convirtió en un icono de la igualdad entre hombres y mujeres por un gesto en un mundo tan poco feminista como el de la guerra.
Debe ser muy fácil levantarse por la mañana y poner en práctica las teorías del género, aprendidas en elegantes másteres universitarios, con las mujeres transexuales, negadas y violentadas hasta la extenuación en una sociedad en la que no encuentran apoyos por parte del patriarcado que las mata por descender de escalón social, ni tampoco en un feminismo maximalista que defiende el esencialismo biologicista y sólo se acuerda de la revolución cuando es una mujer transexual la que rompe las rejas de la normalidad.
La representante española en Miss Universo, además de participar en Miss Universo, es también activista por los derechos de las personas transexuales y colaboradora habitual de la Fundación Daniela, entidad que defiende los derechos humanos para este colectivo. Se ha presentado a un certamen en el que hay países que le han hecho el vacío por ser transexual y ha recibido las miradas de desprecio de una gran parte de compañeras procedentes de países donde se fomenta el odio transfóbico.
Sólo por eso, por haber sido capaz de desfilar con el odio en los talones, Ángela Ponce se ha convertido en revolucionaria aunque el certamen de Miss Universo no sea revolucionario. Si para el feminismo es un avance que haya mujeres en el Ejército, aunque el feminismo es pacifista, es también un paso de gigantes hacia la igualdad que una mujer trans participe en Miss Universo. Así de sencillo.
Ángela Ponce no ha hecho la revolución, pero lleva un año hablando de inclusión, de igualdad, de derechos humanos y abriendo un debate sobre la transexualidad que ha llegado a países donde la esperanza de vida de las mujeres trans no llega ni a los 40 años, donde las matan, las prostituyen y las echan de casa en la más tierna infancia sólo por mostrarse con una identidad de género diferente a la asignada al nacer. Como ocurría en España hasta hace no tantos años.
De ahí, de ese país que expulsaba de sus casas a las mujeres trans, que las prostituía, las encarcelaba, las torturaba, las maltrataba y las condenaba a la marginalidad, es de donde se ha escapado Ángela Ponce y muchas personas transexuales que viven en España. Sólo por este motivo su mensaje sí es revolucionario, aunque el certamen de Miss Universo no lo sea.
De esa España que ha representado la miss andaluza, que habla de igualdad, de inclusión, de derechos humanos y de hacerle la vida más sencilla a quienes cuestionan la normalidad hegemónica, yo sí me siento orgullo de pertenecer. ¡Gracias, Ángela!