Todo se hunde en la niebla del olvido
pero cuando la niebla se despeja
el olvido está lleno de memoria
Mario Benedetti
Estoy mirando la niebla. Como tantas tardes. Como tantas noches. Escudriño en su penumbra, la tanteo, me hundo y me sumerjo en ella. En el caos rebusco pautas, fragmentos de recuerdo, añicos hechos añicos que pueda restaurar. Nada, o casi, suelo encontrar pero ahora, de entre sus jirones resurge un nuevo pasado por un momento, por un instante revivido. Hilachas de una vida muerta, trozos de un olvido profundamente enterrados que a nadie ya importan. Los atrapo, los desempolvo con mimo y con el mismo cuidado los muestro.
Sólo son un nombre, un apellido, una ciudad y un lugar de horror y muerte. Sólo. Parecen una minucia, pero hasta ahora, ni siquiera sabíamos de ella. En Jerez de la Frontera veníamos creyendo que eran seis los coterráneos que a consecuencia de la persecución franquista y del exterminio nazi fueron masacrados en los campos de concentración de Europa. Seis, los jerezanos que tras un terrible sufrimiento y una interminable agonía perecieron a causa del hambre, de la enfermedad y de la tortura a las que les sometieron los mismos monstruos de Centroeuropa que cinco años antes habían ayudado a crear nuestros propios monstruos fascistas en España, consolidando su prevalencia y perpetuando su crimen. Seis, los jerezanos asesinados que desaparecieron y murieron en cualquiera de los terribles pudrideros de Mauthausen, Buchenbald, Dachau o Treblinka. No está de más volver a rescatar sus identidades y sus espíritus imperecederos, tantas veces cuantas haga falta, pues su nombre no se ha de borrar de la Historia: Manuel Carrasco Cortijo (muerto en Mauthausen el 27/11/1941), Rafael Domínguez Redondo (muerto en Mauthausen el 15/01/1942), Lorenzo Escobar Duarte (muerto en Compèigne, en fecha desconocida),Salvador Linares Barrera (muerto en Mauthausen el 30/11/1941), Diego Pérez Núñez (muerto en Mauthausen el 18/12/1941) y Antonio de la Rosa Tozo (muerto en Dachau, en fecha desconocida).
Pero hoy, atisbar en ese difuso pasado me ayuda a rescatar una pequeña historia. Se me muestra en el Memorial Yad Vashem (en hebreo יָד וָשֵׁם), el histórico Monumento que en el Bosque de Jerusalem de Israel recupera los Nombres y recrea en la escasa medida de lo posible las vidas y el rostro de millones de judíos anónimos asesinados por aquellos mismos nazis que también en España se asentaron para auxiliar al general Franco en su labor de genocidio de la República y de los anarquistas y republicanos que luchaban por su supervivencia. Y de entre esos millones, de entre la multitud de espectros por casi todos olvidados, ante mi curiosa mirada se destaca la figura de Moise Haim. Yad Vashem me cuenta que nació en Xeres, pero no el país ni tampoco el porqué; sí, el cuándo; 1876 es el año. Y sí, la fuente primaria de donde procede la historia. Se trata de la Lista de deportaciones de Francia, que se encuentra en “Le Mémorial de la déportation des juifs de France, Béate et Serge Klarsfeld, París 1978”. Y es que en la lengua y cultura francesa,Xeres es y ha sido siempre Jerez de la Frontera. Yad Vashem aporta además la ficha de inscripción de Moise en el Memorial, cumplimentada por su propia sobrina Tarica Elyane.
¿Cómo pudo llegar Moise Haim a Jerez? ¿Fue hijo de comerciantes o de joyeros asentados en esta ciudad? ¿De viajeros judíos sefarditas que procedían de o regresaban a Gibraltar, a Larache o a Tánger? No lo sé. Y ya nadie parece saberlo. Moise o sus descendientes podrían habérnoslo narrado, pero la brutal razzia germana liquidó sus historias, la degollina acalló por siempre con sus recuerdos, el holocausto exterminó al completo los linajes familiares y la más terrible de las hecatombes llenó los campos de hornos y de esa ceniza gris que otra vez hoy vuelve a arremolinarse aventada por nuevas galernas de intolerancia.
Poco más sabemos de Moise. Sólo el nombre de su esposa, Rachel Strumza. A ambos debió sorprenderles la Segunda Guerra en Francia. Allí, los perros de presa de Petain y de aquel precario régimen colaboracionista de Vichy acabaron por atrapar al jerezano Haim, como a tantas otras decenas de miles de judíos, para recluirlo en el campo de concentración y tránsito de Drancy y encerrarlo en los vagones para ganado del tren Da 901/36 que conformaba el Transporte 44, deportarlo y conducirlo hasta el campo de exterminio de Auschwitz Birkenau, en Polonia.
Quizás alguno de los últimos pensamientos de Moise Haim cuando murió gaseado por los nazis en Auschwitz el 9 de noviembre de 1942 fuera para recordar el sol y la calidez de la luz de Jerez. Quizás. Pero a buen seguro que en aquel horrible trance Moise Haim nunca pudo llegar a imaginar que pasados 80 años, unos políticos apologetas de verdugos y negacionistas del genocidio franquista y de la Shoá hebrea acabarían por presidir en la Andalucía que le viera nacer una Comisión en 2019 destinada ahora sólo a enterrar, a aniquilar y a destruir nuevamente, otra vez, la Memoria de las víctimas y su triste recuerdo, mientras hoy yo sigo mirando la niebla.
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