Las mujeres no lloran, las mujeres luchan

La conciliación laboral, familiar y personal es aún una utopía para la mayoría de las mujeres en nuestros días

Maestra de educación infantil

¿Es posible conciliar?

La conciliación laboral, familiar y personal es aún una utopía para la mayoría de las mujeres en nuestros días. Muchos testimonios personales señalan que estas se sienten como una mera ficha de ajedrez en un precipicio; que se ven obligadas a saltar, a lanzarse al vacío, a perder su libertad, su trabajo y, en definitiva, su calidad de vida. Penalizadas. Abocadas a renunciar, son víctimas directas de un sistema que estigmatiza la maternidad.

La maternidad es, pues, el punto de inflexión de muchas mujeres. Efectivamente, el 75% de las mujeres confirma que su vida ha cambiado a raíz de ser madres. Este acontecimiento marca un antes y un después, y desemboca en problemas que se extienden a muchas parcelas de sus vidas. Relacionado con ello, y a pesar de las continuas luchas para romper con el modelo de los roles tradicionales de género que, hasta hace poco, eran el pan de cada día; aún continuamos viendo pedazos de esos cristales rotos, evidencias de un tiempo ya pasado, pero que sigue muy próximo al presente, aunque algunos quieran ignorarlo. Actualmente, esto se traduce en la ingente carga emocional de muchas madres, que tienen que sufrir el complejo de superwoman, de exigencia, de culpa por el inmutable cansancio y querer dedicar más tiempo a sus familias, de responsabilidad y soledad. Concretamente, ponerse al frente de sus pequeñas tribus, para hacerse cargo de sus hijos e hijas, a costa de poner en jaque su bienestar psicológico.

Sin duda, la incorporación de las mujeres al mercado laboral ha supuesto un gran avance para nuestra sociedad. Aún así, esta se caracteriza por sus luces y sombras, aunque el sistema trata de ocultar estas segundas. Claramente, el reto de romper con los obstáculos en el ámbito laboral para la no renuncia está sobrevalorado para esta parte de la sociedad que, incansablemente, sigue luchando por la visibilidad de sus derechos.

Emprender, abrirse un hueco en el mundo laboral y avanzar profesionalmente se convierten en una pesadilla para muchas mujeres que desean ser madres.
Así mismo, la reducción de la jornada laboral es una meta inalcanzable para ellas. No obstante, si lo consiguen, si deciden pedir menos horas, reciben un sueldo irrisorio, que les obligan a tener que abandonar su puesto de trabajo, interrumpiendo su vida laboral, y tirando por la borda los años de dedicación y lucha para conseguir ser aquello que habrían podido ser si el sistema fuese diferente, si fuese comprensible y más humano.

Arrojando datos a estas palabras, el informe “Las invisibles” (2020), de la asociación malagueña Yo No Renuncio constata que “el 64% de las mujeres con hijos e hijas ha asumido algún coste laboral, ya sea reduciendo su jornada, cogiendo excedencia, rechazando empleos por sus horarios o abandonando el mercado laboral. Y el 57% de ellas ha asumido esta pérdida de ingresos para poder ejercer el trabajo doméstico familiar”. Vuelven así las preocupaciones para llegar a fin de mes. Un

bucle, en el que el más perjudicado, a rasgos generales, es el género femenino; víctima, de nuevo, de un sistema que no reconoce la importancia de la maternidad, que discrimina a las mujeres, por el simple hecho de dar vida, de traer al mundo el futuro de la sociedad. Una sociedad que no le reconoce.

Definitivamente, el núcleo de este problema se encuentra en que esta cuestión aún sigue siendo un tema baladí en España. No prima el cuidado y la protección de las madres, y la sociedad sigue relacionando estrechamente la maternidad con la responsabilidad individual y exclusiva de los cuidados de los hijos e hijas.

En este contexto, es necesario que el Estado cree leyes que amparen a las madres, que les permitan continuar trabajando, a la vez que siguen al cuidado de sus hijos e hijas, y facilitar la conciliación y corresponsabilidad en casa. Unas leyes que les permitan salir de esa trinchera que les asfixia, que les imposibilita... Cambiar el paradigma. Apoyar. Hacer visible la maternidad y aquello que conlleva, porque aparte de ser madres, son mujeres y humanos. Las mujeres no deben intentar sobrevivir en la sociedad; es el propio sistema el que debe hacer de la igualdad una realidad.