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Sabes que el número de mujeres que engrosan las listas del paro es mayor que el de los hombres y que el descenso de desempleadas va mucho más lento cada mes. Te han contado que en los puestos que ocupan indistintamente hombres y mujeres ellos siguen reflejando la autoridad y la responsabilidad en el trabajo a desarrollar. Eres consciente de que este empleo será para él y si es para ti, tal vez tengas que aceptar peores condiciones económicas. Además, si pretendes tener hijos no podrás decirlo en ninguna entrevista laboral…

Oculta que quieres ser madre pero ten claro que esta sociedad te exige que lo seas. Cuando empieces a criar niños ni se te ocurra reconocer que has perdido calidad de vida. Los hijos, por supuesto, se tienen en familia porque es indecente no tener pareja estable y ni digamos eso de quedarse soltera y decidir, libremente, que se te pase el arroz —otra maravillosa expresión de nuestra lengua, por cierto, aunque esta parece no estar recogida en la RAE—.

Haz todo lo anterior sin perder tus curvas —las que dice Zara, claro—, pero elige bien la ropa que te pones que esta sociedad se enciende y se siente provocada demasiado pronto y puedes convertirte en la culpable del abuso de cualquier malnacido. Elige adecuadamente a tu pareja porque si se interpone en tu camino un maltratador quizá la sociedad no tenga los mecanismos suficientes para luchar contra su violencia y permita que te maten. E inventa, ideal mil maneras de volver a casa sola sin correr peligro.

Quizá lo has vivido, puede que solo te lo hayan contado. Esto es un retrato con palabras de lo que es ser mujer hoy: sentirte juzgada por cada cosa que haces y cada opción que eliges, tener que demostrar lo que vales una y otra vez, darte cuenta de que la igualdad sigue siendo una utopía. Parece agotador pero qué razón tienen aquellos que nos dicen que ahora podemos contarlo…

Es cierto. Nos dan voz en los medios de comunicación, esos que prefieren que en sus pantallas luzcan solo caras bonitas y que se sustentan con publicidad sexista en muchos casos. Nos dan voz en las galas de cine, televisión y teatro donde cada año volvemos a reclamar más protagonismo; y más voz. Nos dan voz en las redes sociales aunque tras cada opinión se nos acuse de feministas y feminazis. Nos dan voz y escribimos con las palabras de un diccionario que nos considera el sexo débil. Nos dan voz en los organismos políticos e institucionales a pesar de que en salas privadas nos ponen la mano en la boca y nos dejan mudas.

Ser mujer hoy y que la sociedad —ese sustantivo femenino tan machista— no sepa reaccionar ante la desigualdad; ser mujer hoy y que las mujeres seamos, a veces, las peores enemigas de las mujeres. Ser mujer hoy y que, tras más de un siglo de conmemoraciones, las mujeres no hayamos ni sepamos construir en primera persona del plural. Ser mujer hoy y ser incapaz de que los hombres, nacidos todos de mujeres, se unan a ese plural. La necesidad del nosotros.

Por todo esto —y por mucho más que se habrá quedado en el tintero—, cada 8 de marzo seguirá siendo designado el Día de la Mujer —sin la añadidura de trabajadora puesto que, remuneradas o no, todas las mujeres que conozco son unas currantes; el debate de siempre, el imprescindible debate—; y porque, aunque no tengamos nada que celebrar y poco que rememorar, se presiente un cambio y es hora de anunciar a todos, y a muchas, que nos queda todo por conseguir y aún más por decir. Y que ser mujer hoy, ahora, ya, también significa no rendirse.

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