La primera vez que tu padre te es infiel es infiel a tu madre. No sabes que es así, es un dolor de asombro. Aquel que era tu Dios, tiene los pies de barro y se derrumba. Como un alud de hielo, como un alud de lodo que a su paso arrasara: tu manita pequeña que se pierde en la suya, la primera vez que montaste en bicicleta, cuantas veces te alzó para que vieses la cabalgata.
Se te hace un hueco frío el corazón. Se para el tiempo anterior para que empiece otro, más largo, más serio, con olor a cerrado.
La contemplas a ella y piensas: "¿Por esa me cambió?" A partir de entonces odias a todas las que se le parecen, odias a todas las que se te parecen. El defecto es de ella pero lo consideras tuyo, como lo era de tu padre que ahora ya no es tuyo.
A tu madre por contra la subes a un altar. La miras desde abajo y aún así la cobijas, porque como toda santa tiene sus enemigos, una fragilidad que la conlleva. Nunca será una mamá que te lleve a cuestas, a partir de ahora la llevarás tú a ella. Con qué gusto aguantarás su peso a tus espaldas cuando te lleve estrangulada.
La primera vez que tu padre te es infiel no sucede nunca pero te dura siempre.