61 años después de que Betty Friedan publicase La mística de la feminidad, un libro publicado en 1963 clave del feminismo, escrito durante la tercera ola feminista (1960-1990); donde trataba “el malestar que no tiene nombre”, que afectaba a las mujeres estadounidenses de clase media que decidieron regresar al hogar, después de haber conquistado el derecho al voto, a la educación y al empleo; asistimos a la neomística de la feminidad.
El libro de Friedan marcó el inicio del feminismo de los años 70 y sigue muy vigente en la actualidad, pues ese malestar se ha adueñado de nuestras jóvenes. La mística de la feminidad describe los roles de género y como estos obstaculizan el desarrollo intelectual y la participación activa de las mujeres en la sociedad.
El encierro en el hogar las dejaba sin independencia económica, producía soledad, depresión y otros cuadros médicos "típicamente femeninos". Estamos experimentando la pérdida de nuestra libertad, ya que somos libres cuando ocupamos el espacio público, no cuando nos reducimos a ocupar el espacio privado. Debido al teletrabajo muchas mujeres se están viendo confinadas en sus hogares como en los años 50, lo que las aísla de otras trabajadoras con las que aliarse para defender sus derechos.
La neomística de la feminidad es una adaptación de los roles de género a los nuevos tiempos. El patriarcado se adapta y se reinventa para perpetuarse continuamente. Actualmente tenemos movimientos como las Traditional Wifes que son mujeres jóvenes, (véase en Instagram Mrs Aria Lewis o Esteec Williams), que comparten en redes sociales sus rutinas domésticas mostrando cómo limpian la casa u hornean un pastel siempre perfectas, haciendo gala de su satisfacción por dedicar su vida a sus hijos y su marido. Este modelo de mujer tradicional se combina con el modelo hipersexualizado que llega a las adolescentes através de los videoclips de grupos que abarcan desde Mastodont a Badbunny. Las rutinas de maquillaje, skincare y de gimnasio copan las redes sociales. Estar guapa, ser siempre joven, llevar el outfit de tendencia, tener pocas relaciones sexuales pero a la vez ser objeto sexual, son las premisas para ser una “mujer de alto valor”.
Haciendo referencia a esto encontramos muchos ejemplos de youtubers, (Jorge Espinosa o Tania Lucely); que predican sobre cómo tiene que ser una verdadera mujer. Encontramos también el fenómeno Onlyfans, dónde las jóvenes subyugadas por un falso empoderamiento y la promesa de pingües beneficios económicos se lanzan a crear contenido pornográfico para sus seguidores. Esto es prostitución encubierta, que capta chicas con vídeos inocentes en los que se pregunta a una chica por la calle cuanto dinero lleva en el bolso. A lo que ella responde que 30.000 euros y por sólo mostrar sus pies en Onlyfans. Estos vídeos ensalzando las maravillas de la prostitución y pornografía podemos encontrarlos en Instagram, YouTube o Tick tock (Royki o Polet Valeri).
Otra vertiente de la imposición patriarcal del rol de la mujer, es la misoginia interiorizada que se expresa mediante el odio hacia el propio cuerpo. Las niñas y adolescentes para evitar sufrir la violencia que la sociedad patriarcal les infringe, se hormonan y mutilan en un intento fallido por dejar de ser mujeres. En el Informe Transit de Feministas de Cataluña encontramos que “Mientras que durante los primeros años el número de hombres superaba con creces al número de mujeres, en los últimos años esta situación se ha invertido. El grupo de edad que más aumenta es el de 10 a 14 años, con un incremento del 3.480% en el número de casos, un incremento que es del 5.700 % en el caso de las niñas. El número de operaciones quirúrgicas realizadas a las personas atendidas por el Servei Trànsit se ha multiplicado por 5 del 2015 al 2021”.
A pesar del supuesto “cambio de sexo” no consiguen acceder a los puestos de poder de los hombres y se hacen famosas como hombres trans al quedarse embarazadas, (Thomas Beatie, Freddy McConnell o Rubén Castro (papágestante)). La maternidad se convierte en algo ambivalente, según el patriarcado nuestra realización máxima se produce cuando somos madres, pero no se debe notar que lo hemos sido. Nuestro cuerpo no puede mostrar los signos de la maternidad y encontramos en las redes numerosas rutinas postparto para recuperar la figura. Debemos criar a nuestras criaturas como si no trabajasemos y trabajar como si no tuviésemos prole.
La explotación reproductiva ya sea mediante vientres de alquiler u ovodonación se presenta como una opción más para obtener beneficios económicosdisfrazada de altruismo. Encontramos anuncios de numerosas clínicas de fertilidad apelando a la generosidad de las mujeres. Según el estudio de mercado Global Surrogacy Market Report elaborado por Global Market Insights (2019) se prevé que se alcancen los 27.500 millones de dólares en 2025.
Empresas como New Hope Fertility Center (EE.UU), Ovation Fertility (EE.UU), AVA Clinic Scanfert (Rusia), Extraordinary Conceptions (EE.UU), Bangkok IVF Center (Tailandia) ,Nova IVF Fertility (España) e IVI-RMA Global (España) están detrás de dicho mercado. Este negocio millonario se asienta sobre la violación de derechos humanos, dolor y precariedad de bebés y madres. Mientras las mujeres sigamos siendo compradas, vendidas o alquiladas no habrá igualdad real entre mujeres y hombres. La neomística de la feminidad actúa reduciendo la vida de las mujeres a una superficial y extenuante existencia para encajar en el rol que el patriarcado les depara. Un cúmulo de premisas contradictorias y esquizoides, como el monólogo de América Ferrara en la película Barbie muestra: “Tienes que ser delgada, pero no demasiado delgada. Y nunca puedes decir que quieres ser delgada. Tienes que decir que quieres estar sana, pero también tienes que estar delgada (…) Nunca hay que envejecer, nunca ser grosera, nunca presumir, nunca ser egoísta, nunca caer, nunca fallar, nunca mostrar miedo, nunca salirse de la raya”.