Me llega, a través de mi móvil, un fragmento de la entrevista de Ana Pastor a Pablo Iglesias en El Objetivo, programa de La Sexta. Se respira la tensión. La presentadora supura rencor tras el órdago del líder de Podemos, días antes, al entramado mediático español. Intenta dejarlo en evidencia con esmero, pero no lo consigue e insiste. Es el juego del gato y el ratón, que diría Barricada, al que Iglesias intenta, sin lograrlo del todo, dar la vuelta. Finalmente ella reconoce: "Ya sabes que tengo cierta tendencia a interrumpir".
Del agobio que me genera la entrevista, la quito y clickeo otra cosa. El rol de esta periodista, de agresiva mordacidad y a la que el ex presidente de Ecuador, Rafael Correa, llamaba no sabemos muy bien con qué finalidad Anita Pastor, lo comprendo (también comprendo el papel que interpreta el forofo de Tomás Roncero, por ejemplo), pero no lo comparto.
¿Qué sentido tiene atosigar de esa forma a los entrevistados? ¿No sería más enriquecedor conversar con tranquilidad? No lo digo sólo por que esa actitud me parezca de mala educación, que me lo parece, sino porque para hablar de temas políticos trascendentales se necesita un mínimo de tiempo para pensar y cierto sosiego. ¿Gana acaso en calidad la entrevista si se aprieta de esa manera las tuercas? Pues sinceramente, lo dudo. Sin embargo, gana el morbo, el amarillismo instantáneo, los clicks o que sé yo, pero nunca el periodismo.
Al rato, también en mi Facebook, me llega una publicidad pagada de una gaceta jerezana tristemente famosa por publicar lo que hoy llaman fake news. Se trata de una entrevista con el alcaldable del PP de Jerez, Antonio Saldaña. Leo el titular: "Saldaña; 24 horas al día dedicados a Jerez, por y para Jerez". No sería reprochable sospechar que el titular lo hubieran pactado con el periodista. ¿Electoralismo encubierto?. Recuerda a esa entrevista a García-Pelayo un año antes la misma gaceta en la que leíamos literalmente: "la líder popular es de esas personas que no dejan indiferente a nadie; amable, cercana, y siempre con una sonrisa y tiempo para escuchar los problemas de sus vecinos. Vital y vitalista", escribía sonrojantemente un tal Álvaro Richarte. Un masaje servil, propagandístico y dócil al político de turno tampoco es sinónimo de buen periodismo.
Hay términos medios entre entrevistar de forma grosera al invitado y vender tu pluma al mejor postor, entre la insolencia y el servilismo. Se puede, pienso, alcanzar la dignidad en el oficio si nos hacemos una pregunta de primero de Periodismo: ¿qué interesa a los lectores? Rematado de otras cuestiones de índole retórica: ¿para qué o para quiénes comunicamos y por qué?