Hace unos días, en pleno atracón de Zambombas, que veremos si no morimos de éxito, se inauguró en Jerez, en pleno centro, un elemento urbano que, como la estatua de la niña sin miedo que planta cara a la Bolsa de New York pretende convertirse en un símbolo, también de igualdad. Es, en nuestro caso, el monumento a la niña empoderada.
Dotar de estrategias, de conocimiento y reconocimiento de sus derechos, de acceso a la educación básica en condiciones de igualdad, de perspectiva de futuro fuera del ámbito doméstico y reproductivo a las niñas es esencial porque con su avance, avanza la sociedad en su conjunto. No en vano, éste es uno de los objetivos del milenio. Y lo saben bien Michelle Obama y Julia Roberts que viajan esta semana a África, donde realmente el trabajo que resta por realizarse es inconmensurable, para —desde su plataforma de personas públicas y mujeres empoderadas— contribuir a promover su desarrollo.
Pero no sólo hay que empoderar a las niñas, es necesario que éstas puedan reconocerse en referentes previos; porque si no, siempre existirá un matiz de soledad al sentirse como pioneras una y otra vez, en un eterno bucle, como si las que estuvieron antes no contasen y ellas mismas no lo fueran a hacer en un futuro.
Necesitamos calles y espacios públicos, en Jerez como en cualquier parte, con nombre de mujer que nos sirvan para honrarlas, para reflexionar de manera colectiva sobre sus logros y constatar que sí, estuvieron allí y lo hicieron. Me sirve el mismo razonamiento para todos los varones, grandes, silenciados por la propia historia o sus coetáneos. Hace bien poco descubrí que un químico español, Antonio Ribera, fue el investigador principal (desarrolló la estructura química) del grupo creador del ibuprofeno, analgésico imprescindible para gran parte de la población, a pesar de lo cual su nombre ha quedado oscurecido por el del inglés Adams, también parte del equipo.
Niñas y niños necesitan referentes femeninos. Ellas, para seguir modelos; ellos, para valorar la capacidad científica, investigadora, profesional, artística, como la de una igual.
Referentes como la recientemente fallecida Margarita Salas, autora de uno de los descubrimientos de la bioquímica más importantes para la ciencia forense del siglo XX y de la patente más rentable para el CSIC patrio: la del método de la ADN polimerasa phi29, que devuelve periódicamente millones de euros en inversión para la investigación.
También, por qué no, como Tina Turner o Dolly Parton, una diminuta americana, ante la que me descubro, que calza casi 74 tacos sin bajarse de los escenarios y que ha hecho de su look de rubia exhuberante y tonta un patrimonio personal; mientras se convertía en empresaria, filántropa y toda una figura del country con cientos de canciones como compositora, entre ellas la archifamosa I will always love you, que inmortalizó Whitney Houston en El Guardaespaldas y que le sigue reportando extraordinarios derechos de autora. Lo mismo que a Mariah Carey, aprovechando que estamos en Navidad, su All I want for Chirtmas is you.
Referentes, además, que sean cercanos en el tiempo y el espacio; y nuestra ciudad y nuestra provincia son ricas en ejemplos. Bodegueras, como Pilar Aranda o Pilar Plá Pechovierto; artistas, como Lola Flores, pero también Isabelita Ruiz, que bailó, cantó y actuó en los mejores escenarios españoles, europeos y americanos y que compraba su vestuario en París en los locos años 20 en los que era una verdadera estrella. ¿Quién se acuerda hoy de ella?
No hace falta inventar nada, sólo poner el foco sobre esas mujeres cercanas y singulares que ya tenemos.