Lo que no se dice de la enseñanza

La enseñanza pública necesita de muchos más recursos para atender a su variado alumnado: hacen falta psicólogos, más orientadores y profesores de apoyo

Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla y doctor en Artes Humanidades por la Universidad de Cádiz 

En la imagen, acceso al IES Andrés Benítez en Jerez.

Quien escribe este artículo ha sido profesor de Historia durante 34 años en 14 institutos públicos, 6 de ellos de Jerez.  Si alguien lee las noticias y suplementos de educación de los diarios, encontrará noticias de rimbombantes proyectos educativos, olimpiadas de determinadas materias, originales y brillantes trabajos desarrollados con o por el alumnado, etc. Es la cara amable de la educación. En fin, parece como si la enseñanza en España, Andalucía y Jerez fuese un mundo idílico, como en la película de Cantinflas El Profe (1971, chirrín, chirrín, mi profesor…).

Pero la realidad es muy diferente. En mi opinión, muchos de esos proyectos no han servido –no sirven– para mejorar la calidad de la educación. Más bien se utilizan para vender que la educación goza de muy buena salud y lo bien que se trabaja en los colegios e institutos. Sin embargo, a lo largo de mi carrera docente he visto que un importante porcentaje del alumnado de secundaria y bachillerato muestra poco amor a la lectura, se expresa mal, posee graves faltas de ortografía y pésima caligrafía. Muchos alumnos llegan a bachillerato con un déficit muy grande de conocimientos básicos. Me sorprende que una parte del alumnado no sepa el sistema político existente en España, qué es una constitución, quién es el presidente de la Junta de Andalucía o las provincias y comunidades de España. Lamentablemente, todo esto va a más, no a menos.

Muchos alumnos no son conscientes que saber implica un esfuerzo, que no están dispuestos a realizar. Pero lo peor es la relajación en los modales básicos. Muchos alumnos faltan continuamente al respeto a profesores y compañeros. En ESO, son un ejército que campa a sus anchas por los institutos. Se expresan a gritos y con descaro. No son malos alumnos, solo que están en una edad difícil, con las hormonas desatadas. Los problemas de convivencia son el pan nuestro de cada día en los centros educativos de secundaria.

A lo largo de mi carrera docente he visto de todo: una agresión a una profesora, graves peleas entre alumnos (en una de ellas me metí a separar y me volaron las gafas), destrozos en los automóviles de los docentes, pequeños hurtos, bullying, violencia de género (recuerdo varias alumnas que no iban al viaje de fin de curso porque los novios no las dejaban), etc. Todos estos problemas tienden a taparse para que no lleguen a la prensa para preservar la imagen de los centros.

Ante todo esto, el profesorado se encuentra como los boxeadores sonados por los golpes y no reacciona. Han tenido que soportar en 30 años 5 cambios de leyes (LOGSE, LOE, LOCE, LOMCE y LOMLOE) con sus pertinentes cambios en la forma de afrontar la educación. Algo incomprensible es un país que es incapaz de consensuar un sistema educativo permanente.

Pero lo peor de todo es el exceso de burocracia. Los docentes están enterrados en papeles. Los inspectores quieren sus papeles, y lo mismo los directores, jefes de estudios, jefes de departamentos, orientadores, coordinadores de programas, etc. Lo que vale es lo que pone en el papel por encima de la práctica docente. Los docentes dedican más tiempo a la elaboración de documentos que a la tarima y a preparar nuevas actividades. Y lo peor es que es una cadena de papeles. Cuando se interrumpe la cadena surge el nerviosismo. Así está la enseñanza.

En bastantes centros existe un clima interno inadecuado entre los docentes. Mucho ha tenido que ver el poder excesivo dotado a los directores por el Reglamente de Ordenación y Funcionamiento (ROF) de 2010. Este dio mucho poder a los directores frente a los claustros de profesores y departamentos. No son elegidos democráticamente en los claustros por sus compañeros como antes, sino designados por la inspección tras realizar un curso y aceptados por el Consejo Escolar. Los directores nombran los cargos del centro a su antojo. Es un ordeno y mando. Muchos docentes tienen la percepción que algunos directores han convertido sus centros en un cortijo personal, rodeados de palmeros a los que se les ofrecen prebendas en forma de cargos, mejor horario, mejores grupos, etc. Estas tensiones internas suelen acabar estallando en forma de conflictos, creándose antipatías y facciones. Ha habido, sin duda, un retroceso democrático en los centros educativos.

Y lo más importante. La enseñanza pública necesita de muchos más recursos para atender a su variado alumnado: hacen falta psicólogos, más orientadores y profesores de apoyo en los centros para atender mejor los problemas mentales de parte del alumnado (hay un aumento preocupante de los suicidios en edad juvenil), y para detectar y frenar el bullying y atender mejor las necesidades educativas. Hacen falta muchos más monitores para atender a los alumnos con discapacidades y mejorar las condiciones laborales de estos trabajadores. Hace falta un enfermero en cada centro, pues hay continuamente pequeños accidentes, caídas, desmayos, etc. Hace falta un desfibrilador en cada centro, que no lo hay, y que los docentes sepan manejarlo. Hacen falta muchos más bedeles, limpiadoras y administrativos. Hacen falta más recursos.  Hay que dotar de estabilidad definitiva al numeroso profesorado interino, quizá uno de los problemas más graves que tiene la enseñanza pública.

Por otra parte, hay que denunciar la privatización cada vez mayor que sufre la enseñanza que debiera ser pública y gratuita. La FP, que es realmente la enseñanza que necesita mayor dotación económica, está viendo como se facilita la creación de centros privados  antes que la inversión pública, el negocio privado por encima del interés público.  Jerez es un modelo de ello. En los últimos años, se han creado centros de FP privados especializados en la rama sanitaria o deportiva, que son de las que más posibilidades poseen de obtener trabajo. Es más, el propio Ayuntamiento y otras instituciones han cedido los locales a estas empresas a cambio de una contraprestación económica. Muchos alumnos jerezanos tienen incluso que pedir créditos para costearse estas enseñanzas, ya que no hay una oferta pública suficiente y gratuita. En este sentido, es llamativo que Jerez, que vive fundamentalmente del turismo y la hostelería, no posea una Escuela de Hostelería pública como sí existe en otras ciudades.

Si alguien cree que en la educación está ya todo hecho, se equivoca. Sigue habiendo muchos problemas, aunque se silencian. Hay nuevas necesidades que demandan una mayor y continua inversión económica. Lo de que cuando yo estudiaba éramos 45 en clase, por ser verdad ya no es válido. Después de todo, la educación solo es el reflejo de la sociedad en que vivimos.

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