Sevilla es una ciudad a muchas velocidades, con muchas caras diferentes. No hay una sola Sevilla, gracias a Dios, ni la que responde a los prejuicios vistos desde fuera, ni la que sitúa a la capital como referente de una cultura ajena a la globalización. Sevilla es parte del mundo, el mundo cambia y, por tanto, lo ha hecho Sevilla.
Esa globalización llega por las pantallas de móvil, por las franquicias, por las facultades, por el desembarco de gentes que no han nacido en Sevilla, y porque los sevillanos han abrazado lo de fuera sin dejar de mirar lo suyo.
Y una de esas es el carnaval. En Sevilla, apasiona. No a todos por igual, pero, como poco, gusta a una mayoría, mientras que en la capital en la provincia además hay quien lo ha convertido en su fiesta. Debajo de los auriculares de mucho chaval en Sevilla hay pasodobles de Cádiz.
Por todo eso, sorprenden algunas voces que han tratado de apuntar hacia el carnaval como algo menor, como si en Sevilla no se conociera profundamente de qué va la gran fiesta de Cádiz. Y se insinúa que no hay un trabajo intelectual previo, para deslegitimar algunos posicionamientos. En concreto, a Antonio Martínez Ares, uno de los referentes de la historia del carnaval, se le ataca no ya como poeta menor, sino negándole tal condición, e incluso indicando que no es músico.
Para empezar, creo que ni siquiera el mayor catedrático de Filología Hispánica se atrevería a repartir carnés de poeta. ¿Lo es quien alcanza cierto nivel? ¿Lo es quien vive y sobrevive de escribir en verso? ¿O es que no es poeta quien escribe algo con lo que no estemos de acuerdo, o quien tenga una copla un poco más floja?
No diré que Martínez Ares es poeta, pero tampoco lo negaré. Sí me atrevería a sugerir -no a afirmar- que en Cádiz, sean o no poetas, son cantautores. Los últimos que quedan, que hacen canción de reivindicaciones sociales. Quizás, trovadores, al ceñirse a menudo a la actualidad. O quizás nada de eso.
En segundo lugar, ¿es Martínez Ares comunista? ¿Todo es comunista a la izquierda? Me atrevería a sugerir -no a afirmar- que tiene más de anarquista que de comunista, pero que en cualquier caso mantiene -y defiende- su rebeldía. Al igual que ha cantado contra la tauromaquia, lo ha hecho contra Pedro Sánchez, aunque eso provocó otros artículos de alabanza a quien, esa semana, sí fue poeta.
Al final, dejemos de darle tantas vueltas: se la tienen jurada al gaditano por su letra dedicada a la exhumación de Queipo de Llano. Lo que pasa es que resulta difícil 'meterle mano' por ese asunto.
Todo esto, cuando Martínez Ares tiene coplas buenas y menos buenas en opinión de este que escribe. Pero que no hay odio a Sevilla, eso está claro. Por eso, me parece una polémica artificial, porque cuando critica a la tauromaquia, alguno, por la razón que sea, le ha sacado su rechazo como sevillano. No se entiende si no revisamos aquello de Queipo.
Lo que sí da argumentos a pensar que la obra de Martínez Ares tiene algo de poesía es que no acaba cuando se termina de leer y escuchar. Genera debate, genera reflexiones, remueve a quien le gusta y a quien no le gusta.
Por cierto, nunca está de más recordar cuando hace 20 años ya le dedicó una letra a Sevilla, en tiempos en los que más de moda estaba en el Falla bromear con los sevillanos, darles carga. Aquel día, quizás, tampoco era poeta Martínez Ares. Pero nadie me negará que estuvo bonito, al menos.