Nuestro casco histórico transita desde hace décadas entre el olvido y la extenuación. El naufragio del Jerez intramuros se inició con el abandono del mismo por parte de amplias capas de su población en los años 50 debido a la falta de condiciones de habitabilidad y elevada densidad de ocupación de gran parte de su parque residencial, y se culminó con el éxodo al extrarradio fruto de la apuesta, en tiempos de bonanza y de planteamientos urbanísticos novedosos, por un crecimiento más allá de la antigua ciudad consolidada, todo ello unido a una probada falta de aplicación de políticas contundentes de protección de sus calles, plazas y edificios, lo que aboca a adoptar ahora de manera urgente medidas rotundas e imaginativas para sacarlo de su letargo, con la colaboración de la ciudadanía, los inversores y los agentes implicados en este contexto.
Porque hay vuelta atrás. Por primera vez un gobierno municipal ha adquirido el compromiso y está trabajando para poner en valor el casco histórico como objetivo, estableciendo las bases para su recuperación con un Plan Director que reivindica la zona de intramuros. En este cambio es determinante la voluntad política. Una voluntad que precisa de una cooperación y una comunicación fluida y eficaz con los vecinos, con las empresas radicadas en la zona, con los dueños de los edificios y con las entidades concursales, responsables de una mayoría de los edificios abandonados, lo que entraña una intrincada red de voluntades necesarias de muy complicada gestión en los momentos actuales.
Es de todos conocida la escasez de recursos económicos de la administración municipal, a la que se suman otros obstáculos, como la parálisis del Gobierno central, afectado por la situación política nacional, en la resolución de iniciativas como la Edusi, que debió haberse resuelto positiva o negativamente en el pasado mes de mayo, o la competencia con otros municipios a la hora de captar recursos económicos. El Ayuntamiento no dispone, por tanto, de todos los recursos para emprender lo que intramuros necesita, pero sí estamos sentando las bases del cambio obligado y urgente para esta zona, generando una dinámica inversa a lo que se ha hecho hasta ahora, y buscando la complicidad del ámbito económico para el desarrollo de estos planeamientos y proyectos. En este sentido, y convencidos de que se trata de una prioridad para comenzar ese cambio, trabajamos prácticamente desde nuestra toma de posesión en el proyecto de ordenación de la plaza Belén, cuyo procedimiento sigue su curso para la contratación de las obras, siendo éste un compromiso adquirido que se va a cumplir en los próximos meses.
Entendemos que, con este proyecto, y eliminando el vacío que hoy caracteriza de manera negativa a gran parte de nuestro centro, se podrá iniciar la recuperación, no sólo de la propia plaza, sino de todo un barrio en franca e innegable degradación. No es momento de hacer falsas promesas, porque la realidad es aplastante, pero no debemos tampoco obviar que, sin la ayuda de promotores, creando estima, concienciación y participación, no es posible la recuperación del corazón de Jerez. Para ello, desde el Ayuntamiento invitamos también a la ciudadanía a participar en esta transformación de la ciudad intramuros, a apostar por el cambio, y para hacer realidad la premisa del urbanista danés, Jan Gehl de que una ciudad viva siempre está en construcción y cuando algo no cambia, muere.
De hecho, la concienciación ciudadana se intensifica en las épocas de mayor crisis económica y, en Jerez, hemos asistido a una escalada en las reivindicaciones ciudadanas sobre el centro histórico absolutamente necesarias y de derecho, pero que conllevan al tiempo la asunción de responsabilidades, la obligación de conjugar prudencia y equilibrio con presiones y reclamaciones, y la necesidad de ser constructivos y trabajar en positivo, mano a mano con las administraciones y sectores implicados. No cabe duda alguna. La ciudad intramuros ha llegado a una situación muy grave que exige un plan de actuación definitivo como el que planteamos desde el inicio de la legislatura. Pero la difusión de un Jerez devastado y en ruina, además de no ser una verdad completa, supone un flaco favor para nuestra ciudad.
La recuperación del centro histórico no supone sólo la rehabilitación y construcción del entorno urbano, de los edificios y las plazas. Requiere también de una visión positiva y propicia a nuevos planteamientos y modelos de ciudad. Y es aquí donde la dimensión política cobra valor porque diseña una pauta a seguir. Nuestro modelo es de un centro histórico no ‘gentrificado’, donde cohabiten todos los perfiles socioeconómicos, y se impulse la vivienda privada y pública. Donde los vecinos reconquisten las calles, conviviendo, jugando y gozando de ellas. Donde los ciudadanos hagan vida de barrio, paren en los escaparates de sus comercios, llenen sus terrazas y se sienten en las plazas y estén seguros; sería recuperar en buena medida nuestra tradicional cultura andaluza. Porque las calles solitarias dan miedo. Y la gente atrae a más gente. Sin olvidar líneas que nunca hay que sobrepasar y que respetamos para que sea posible la convivencia, que también se construye, como la conciliación de la vida de los vecinos y su derecho al descanso con la dinamización social, cultural y económica de la zona. Un centro histórico levantado por todos. Una ciudad intramuros de la que sentirnos orgullosos. Un legado que debemos dejar a nuestros hijos y nietos para que lo puedan disfrutar. Nos lo agradecerán.