Nosotras, que vivimos como podemos

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Directora de Radio Unizar. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

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Esto no es un manifiesto. Es solo un respiro. Pretende sacar de una lo que más mortifica, lo que duele hondo; soltarlo y buscar así quizás algo de consuelo. Hoy toca hablar de aquellas que alzan la voz. Quienes pelean por una sanidad de calidad, aquellos que salen a la calle por la educación pública, quienes batallan por más recursos para erradicar la pobreza, esos que reivindican sus pensiones, los que se manifiestan para que se destinen más fondos a investigación… todos tienen algo en común: sus luchas no solo son imprescindibles, sino que también están fuera de toda discusión. Nadie en su sano juicio puede ridiculizarlos, criticarlos o censurarlos. ¿Por qué narices no pasará lo mismo con la lucha de las mujeres? ¿Por qué tenemos que justificar la ofensiva? ¿Por qué hay quien cree que ya lo tenemos todo? ¿Por qué existen tantos ciegos y ciegas frente al mundo real?

“Las firmantes de este manifiesto defienden que la gran mayoría de las mujeres en España son libres para elegir carrera profesional, trabajo y tipo de vida”. Eso afirmaban 25 féminas esta semana en un diario nacional, 25 mujeres que no se reconocen víctimas y hablan desde lejos de eso del heteropatriarcado como un invento, 25 señoras que tienen todo el derecho a opinar como quieran pero que no pueden pretender que su ceguera no duela en lo profundo. “Las niñas de hoy necesitan saber que ellas no son víctimas y que tienen su futuro en sus manos”. Lo que las niñas necesitan es saber que deberán luchar para conseguir aquello que desean, que el mundo que habitan no se lo pondrá fácil y que para poder con todo, como mínimo, tienen que estar unidas. Una pena que nadie le enseñara eso de la unión al club de las 25. “Si las cimas más visibles de la política y la empresa no están ocupadas de manera paritaria por mujeres no tiene por qué ser debido a la discriminación ni a la opresión patriarcal”. Será más bien porque no nos lo merecemos, porque no tenemos la misma cualificación, porque no nos partimos los cuernos igual mientras además sacamos la casa adelante o porque no estamos tan capacitadas. No somos víctimas. Al parecer, solo estamos menos preparadas.

A mí, particularmente, me sorprende poco que la marquesa de Casa Fuerte no se sienta una víctima y no viva la desigualdad en sus carnes —ya puede pagarle a otras y otros para eso—, ni la ex presidenta del PP vasco, ni una eurodiputada de Ciudadanos. A estas alturas ya solemos saber qué esperar de cada cual, incluso de una ministra de igualdad que no se reconoce feminista, o de quien pretende hacer arder una guerra de sexos donde solo hay necesidad de bramar juntas contra la injusticia. Como Inés Arrimadas prefiere centrarse en lo que nos une y no en lo que nos separa, vamos a darle unas cuantas jodiendas que sí tenemos en común. Porque llevamos la casa a cuestas, porque los niños y los abuelos son mucho más nuestros, porque nos pagan menos, porque nos cuesta más ascender, porque nos amedrentan, porque nos acosan, porque nos matan. Hoy, entre manifiestos y contra manifiestos, mareas moradas y ministras de igualdad que no son feministas, nosotras vivimos como podemos. Y eso, cuando nos dejan vivir.

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