Las Escuelas de Calor han marcado la agenda mediática, en la foto Teresa Castilleja atiende a los medios de comunicación. FOTO: ESCUELAS DE CALOR
Las Escuelas de Calor han marcado la agenda mediática, en la foto Teresa Castilleja atiende a los medios de comunicación. FOTO: ESCUELAS DE CALOR

A la vieja Grecia, verdadera cuna de Occidente, le debemos algunas cosas. La primera y más significativa, al menos para mí, es el uso de la razón como instrumento de conocimiento. A ella, y a algunos de sus primeros intelectuales, les debemos el tránsito del mito al logos. Esta frase que pudiera parecer oscura nos viene a hablar de la búsqueda de explicaciones racionales a los hechos y situaciones del mundo y sus pobladores. Antes de esto, las explicaciones eran ineludiblemente míticas. Los dioses y la magia lo explicaban todo.

Pero son algunas más las herencias que aún perduran del legado griego. La democracia de nuestro tiempo apenas si ha modificado los fundamentos del sistema heredado de los griegos. La polis, otra de las innovaciones de la cuna de occidente, sigue imperturbable como célula básica de convivencia en estos tiempos nuestros. Y en este marco de coexistencia nos iniciaron también en la administración popular de la justicia, nos enseñaron a pagar el desempeño de las funciones públicas y nos pusieron en el camino de los presupuestos y los tributos. Y, como consecuencia de todo este legado, nos terminaron regalando el concepto de lo público, tan necesario como abandonado en estos sufridos tiempos. No quisiera acabar este preámbulo sin recordar la preciada ofrenda  del teatro, donde el drama y la comedia helenas siguen ocupando un lugar estelar.

Y sin embargo, si observamos nuestra realidad, podemos percibir que hemos iniciado el camino inverso al que nos mostraron los hijos de la Grecia Clásica. Parece que en nuestro tiempo con las noticias falsas, las medias verdades y las radicalidades sectarias transitamos del logos al mito. Hoy los hechos pueden carecer de importancia sino confirman las premisas de quienes los analizan, la realidad puede resultar indiferente si no ratifica los deseos de quienes la observan y la razón parece recluida, para muchos, en un rincón de la lacena de la ignomia.

Las falsas noticias y las medias verdades han inundado las redes sociales y algunos de los medios de comunicación de los supuestamente serios, con independencia de su orientación ideológica, o quizás apoyada en esta. Que los hechos  no malogren un buen titular militante y tendencioso, parecen abrazar. Alardean de una independencia que solo se predica del criticado, siempre el mismo, escondiendo su devoción hacia quienes nunca critican y de los que esconden sus carencias y errores. Hoy los medios de comunicación son en su mayoría militantes, sectarios y dependientes, muy dependientes de las empresas propietarias. Y se percibe un intento continuado de imprimir un sesgo muy determinado en el conjunto de la sociedad. Sacrifican la independencia y objetividad que ha de suponérseles, para contribuir a crear un caldo de cultivo reaccionario aprovechando la situación de crisis profunda de estos “locos años veinte”. Es es el signo de los tiempos.

Pero las cosas no quedan ahí. Antes al contrario van mucho más allá. Hemos vuelto a la caverna. A la del mito de Platón. Si lo recuerdan, de entre los esclavos encadenados en su interior, que solo podían ver las sombras proyectadas sobre una pared por un fuego permanente, se escapó uno. Salió de la caverna y pudo disfrutar de la luz del sol, del azul del cielo y del verde de los campos. En un ejercicio de solidaridad volvió a la caverna a explicarles a sus compañeros que el mundo no era solo lo que ellos veían, sino había muchas cosas más que les habían vedado. Que había una realidad mucho más amplia y mucho más hermosa. Para su sorpresa, el entusiasmo que trasladaba quedó en nada pues sus compañeros, los encadenados, habían decidido considerarlo un loco.

Y eso nos empieza a suceder a muchos en este nuestro tiempo. Aquellos que intentamos comprender la realidad, analizar los datos y los hechos, explicar modestamente aquello que nos sucede, somos considerados, por una parte de la sociedad, sectarios, mentirosos o maledicentes, cuando no locos. Los nuevos locos de la caverna. La magia de la mentira pretende sustituir a la razón.

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