Lo que no hay son programas educativos de concienciación, ni una férrea ley que castigue de verdad el abandono y el maltrato animal, ni campañas suficientes de sensibilización.
Toby es un alegre e hiperactivo schnauzer gigante negro, de barbas pelirrojas tostadas por el sol. Tendrá alrededor de un año y su momento favorito del día es cuando sus amigas le sacan de su “casita” (un chenil) para correr tras la pelota, y de paso abrazarlas con sus enormes patas de oso.
Su “casita” está frente a la de Thor, un ancho y fibroso mestizo de labrador al que le cuesta mucho confiar en los humanos y que siempre porta una destrozada pelota de tenis en su hocico. Su mirada color ámbar, recelosa primero y cálida después, oculta con seguridad una historia de dolor y abandono.
Toby y Thor son sólo dos de los más de 100.000 perros que son abandonados al año en España, según datos de la Fundación Affinity. PACMA habla en sus estudios de más de 150.000 animales que fueron abandonados a finales de 2014. Las historias de Thor, Toby y muchos otros peludos anónimos no parecen importar demasiado en una sociedad en la que el animal es mayoritariamente un accesorio o una herramienta de trabajo. Hasta que uno de ellos te mira de frente.
No puedo evitar acercarme a Thor (después de varias semanas, ya me deja acariciarle detrás de la oreja e incluso me da su preciada pelota para que la custodie) sin ver al verdadero animal de su historia: el humano que le hizo desconfiar y ser agresivo. Porque para perros como Thor resulta muy difícil, por no decir imposible, ser adoptados e integrarse bien en una nueva familia, y eso es algo que las estadísticas no cuentan.
Hay razones para ser optimista, sin embargo. Hay historias con final feliz. Esta misma semana dos perritas jóvenes, India y Cuétara, mestizas de Stanford americano y de labrador respectivamente, han encontrado una familia que las quiere.
Lo que no hay son programas educativos de concienciación, ni una férrea ley que castigue de verdad el abandono y el maltrato animal, ni campañas suficientes de sensibilización, para acabar con una lacra que es estructural y está muy arraigada en una sociedad que carece de empatía (y no sólo con los animales). Mientras tanto, seguirá habiendo perros como Thor (que aun así, cuando confía en ti hace que te sientas especial), pero también perros como Toby, que aun habiendo prácticamente crecido en un chenil, es el perro más alegre del mundo, y que un día hará muy feliz a alguien.
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