En sus declaraciones en una conferencia de prensa con motivo de la visita al presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, en relación con la elección del liberal Thomas Kemmerich, Merkel señaló que se había roto una "convicción fundamental", tanto personal como de su partido: no formar mayorías con AfD. Es "imperdonable". "Es war ein schlechter Tag für die Demokratie (Es un mal día para la democracia)", espetó la señora doctora Angela Merkel ante los periodistas. Se había disuelto el sagrado cordón sanitario. Tales declaraciones se hicieron públicas en la página institucional de la cancillería alemana. AfD acudió al Tribunal Constitucional alemán por ver conculcados sus derechos, y este, en una resolución aprobada por los pelos (3 votos de 5), le dio la razón al partido de extrema derecha, pues se habría lesionado el principio de neutralidad política constituyente de la formación de la opinión pública.
Doris König, vicepresidenta de la sala segunda del TC alemán, lee la sentencia como una de esas máquinas con las que habría soñado Montesquieu: por abajo entran los hechos, por arriba, se arrojan las resoluciones judiciales. El cabello blanco platino, la toga roja y el labio inferior ligeramente descolgado. Parece que se ha escapado de un cuadro pintado a cuatro manos entre Warhol y Bacon. En este caso, no hay papas ni gritos ni amantes de presidentes americanos.
La "boca de la ley" del TC alemán dictó que la señora Merkel se había expresado como canciller y no había "señalado con la claridad suficiente que hacía tales declaraciones como miembro de un partido político o como persona privada" (p. 34. Nota al margen 130 de la resolución 15 de junio 2022 - 2 BvE 4/20, 2 BvE 5/20). Finalmente, en el plano político, tras la dimisión de Kemmerich, Bodo Ramelow (Die Linke) volvió a ser presidente de Turingia.
De este largo excurso alemán se pueden deducir, entre otras, algunas conclusiones que, me parecen, son pertinentes para el asunto que nos ocupa, a saber, la visita de la señora Olona a la Facultad de derecho de la Universidad de Granada.
1) Las decisiones jurídicas no siempre tienen que coincidir, como una suerte de calco, con las actuaciones políticas, pueden y (quizás) deben dejar cierto margen a la ideología. En el caso alemán, hubiera sido suficiente, para no recibir ningún reproche legal por parte del Constitucional, que la señora Merkel hubiera advertido que hablaba como representante de la CDU. Incluso la propia vicepresidenta del TC alemán, Doris König, esta vez como académica y persona comprometida, había dictado en febrero del mismo año una conferencia con ocasión del cincuenta aniversario del diario Die Zeit, criticando abierta y certeramente los populismos húngaro y polaco. Expresado condensada y cabalmente con las palabras de Juta Limbach, quien fuera presidenta del TC alemán, el camino a Karlsruhe es un modo de solucionar problemas políticos con criterios jurídicos que el legislador no se atreve a solventar.
2) Es palmario que la derecha alemana poco tiene en común con la española. A diferencia de esta, ha mantenido, salvo en el interregno señalado, el cordón sanitario respecto de la extrema derecha. Como me comentaba un compañero de la facultad, qué poco se ha insistido sobre este asunto. La socialdemocracia sueca también ha ofrecido un comportamiento ejemplar hace poco.
3) Como escribió John Rawls, un sistema democrático liberal está obligado a tolerar a los intolerantes o, dicho de otro modo, que, por paradójico que parezca, los que niegan los derechos a determinados colectivos, tienen derecho a tener derechos.
Macarena Olona acude al paraninfo de la Facultad granadina de derecho a dictar una conferencia sobre el estado de alarma declarado como consecuencia de la pandemia. Los antidisturbios ocupan la plaza por completo. Me tengo que identificar, mostrando la tarjeta universitaria. Los estudiantes tienen menos suerte (o quizás más) y no pueden entrar. Mi clase de argumentación jurídica se suspende por la fuerza de los hechos. Hay estudiantes que, entrelazados por sus brazos, impiden que la señora Olona entre al paraninfo. Después de lo señalado más arriba, creo que sobran los comentarios. Nadie pone en duda que la dirigente política tenga derecho a la libertad de expresión. Desde un enfoque político y científico, el asunto es más poliédrico: ¿debe una política de extrema derecha dictar una conferencia en una universidad pública? ¿Acaso no tiene la libertad de expresión límites? Y, desde un punto de vista científico, ¿qué competencias académicas aquilata esta señora para disertar sobre el estado de alarma? ¿Es capaz de hacer un análisis de derecho comparado de tal institución? ¿Puede aclarar sus orígenes histórico-filosóficos? ¿Ha leído una sola línea, al menos de las publicadas en los diarios, por citar un ejemplo, de Pedro Cruz Villalón, que es uno de los especialistas en este asunto? Si no es una conferencia científica, en el más amplio sentido de la palabra, ¿por qué motivo se celebra en el paraninfo de nuestra facultad? No es palmario para el observador externo que es un mero acto de provocación amparándose en el derecho de la libertad de expresión. Si era un alegato político o un acto de provocación, lo mismo da, ¿no debería haberse impartido en otra sede y hubiera quedado igualmente garantizado su derecho a libertad de expresión?
Conviene de nuevo volver la vista a Alemania, una Alemania que la derecha española idolatra tanto como desconoce. Universidad de Magdeburgo, invierno del 2017, la asociación "Campus Alternative" −en el caso granadino Foro para la Concordia (¡sic!) Civil− había invitado a André Poggenburg y al neurobiólogo Gerald Wolf para disertar sobre las "diferencias entre mujeres y hombres". Doscientos estudiantes bloquearon el acto y la conferencia no pudo ser celebrada. El profesor Michael Dick, decano de la facultad de humanidades, manifestó a Deutschlandfunk que, por razones de seguridad, AfD no debía haber realizado tal acto. Era previsible que la situación iba a irse de las manos, amén de que detrás de la organización de la conferencia no había ningún motivo de contenido científico sino meramente político.
El suceso es exactamente igual al acaecido en Granada, salvo que en nuestra ciudad, que yo sepa, no ha habido ninguna autoridad universitaria que percibiera que el acto era meramente una provocación política. El decano de mi facultad estaba, impasible, el ademán, en la puerta de acceso. ¿Nadie atisbó que se estaba auspiciando una situación de caos, donde las clases que se celebraban a aquella hora tuvieron que ser suspendidas?, ¿nadie percibió que lejos de una conferencia científica estábamos asistiendo posiblemente a la celebración bautismal de un nuevo partido o, al menos, a un golpe en la mesa de VOX reclamando una posición de mayor poder? Los intereses científicos o académicos eran de la misma naturaleza que los unicornios.
G. Sartori en un librito funesto defendió que las democracias no pueden soportar un exceso de pluralismo; afirmación propia de la "mejor" tradición liberal, por ejemplo, el bueno de Tocqueville llegó a escribir, en su Democracia en América, que los indios se derretirían como la nieve bajo el sol ante el peso de la civilización. Tesis opuesta a la kelseniana que se basa precisamente en asumir el pluralismo de las sociedades modernas como base de todo sistema democrático. Como pone de manifiesto la sentencia del TC germano, los derechos de unos y los de otros han de ser respetados en cualquier caso. Sin embargo, en el campo político, incluso en la política universitaria, no hay razones robustas que no nos impidan, haciendo uso de lo que Ermano Vitale ha llamado resistencia constitucional, defendernos de aquellos que no creen en el pluralismo vital, político o de género. Esto es exactamente lo que, me parece, sucedió el jueves día 15 de septiembre de 2022 en el paraninfo de la Facultad de derecho. Allí no hubo ninguna conferencia sobre el estado de alarma o de excepción; y si la hubo, desde luego, no la dictó ni Doris König ni Pedro Cruz Villalón. Si seguimos mirando para otro lado en estas circunstancias, más pronto que tarde, estaremos en la misma situación que Italia. Parece, por fortuna, que algunas capas de la sociedad española, entre las que se encontraban algunos estudiantes, no están por la labor.