En mi vida han habido mujeres que me causaron una emoción mayor de lo que pensaba al conocerlas. Mujeres que por una razón u otra pasaron a formar parte de mi imaginario personal. Pero no se asusten, no les voy a hablar de mi vida sentimental, nada edificante por otra parte. Me refiero a mujeres que están en la historia – mujeres reales, míticas o literarias- con las que me tropecé a lo largo de los años y despertaron mi curiosidad. Y he de confesar que con buena parte de ellas me cautivaron sus nombres. Siempre me sorprendieron algunos modos de nombrar a las personas.
Las mujeres son el futuro, no me cabe ninguna duda. Nos jugamos mucho. Pero también son el pasado. Y en la historia, en la mitología o en la literatura tenemos numerosos ejemplos de mujeres que pese a la sordidez del patriarcado han jugado un papel estelar por acción, por omisión o como símbolo para la posteridad. Y entre ellas se encuentran aquellas que consiguieron colarse disimuladamente entre las fibras de mi emoción.
La primera de ellas es Antígona. Un personaje literario y mitológico que dio nombre a una obra de Sófocles. En la misma nuestra protagonista se enfrenta al poder establecido desobedeciendo una orden del rey al dar sepultura al cuerpo insepulto de su hermano. Se opone en esta obra al cumplimiento de la ley, no enterrar el cuerpo de quien se levanta contra el poder real, con el sacrosanto deber familiar de dar digno entierro a los consanguíneos y afines. La familia, unidad social básica, frente al poder político, garante del orden social. Y Antígona se rebela, en defensa de los lazos de sangre, contra el poder establecido. Desde el principio me pareció una decisión muy gitana.
La segunda de las mujeres que me cautivaron fue un personaje real, Aspasia de Mileto. Protagonista de la Grecia Clásica, compañera durante algunos años de Pericles, maestra de retórica y cronista de la Atenas de su tiempo, tuvo una notable influencia en la cultura y la política griegas. Atestiguan la veracidad de su existencia las referencias recogidas en textos de de autores de la talla de Platón, Jenofonte o Plutarco. Fueron famosas las tertulias celebradas en su casa con intelectuales de primer nivel de su tiempo. Es la primera mujer de la que tuve noticias de su alto grado de compromiso con la cultura.
Luego vino Lisístrata, la mujer que dio nombre a la comedia de Aristófanes. El importante autor teatral eligió una mujer para su diatriba contra la guerra. Lisístrata promueve una huelga de sexo entre las mujeres de Atenas para obligar a sus maridos a abandonar la guerra. Esto la convierte probablemente en la primera pacifista de la historia. Pero no solo. También ejerce un acto de liberación femenina, seguro que de los primeros, al rebelarse contra el débito conyugal por las razones señaladas. Una primera piedra contra el patriarcado.
Más tarde conocí a Hypatia, la matemática. Dicen que la mataron los cristianos por su paganismo. Curioso. Los perseguidos de antaño, persiguiendo hasta la muerte a sus adversarios. Y le tocó a Hypatia, cabeza del neoplatonismo de Alejandría, docente de un selecto grupo de aristócratas, filósofa y, como ya se dijo, matemática. Parece que el obispo Cirilo no la veía con buenos ojos. Sin embargo, Hypatia de Alejandría ha quedado en las historia como una de las grandes.
Luego llegó Desdémona. La heroína del Otelo de Shakespeare, a la que cantó Aute, representa a la víctima por antonomasia de los celos. Fue sacrificada como consecuencia de las intrigas de palacio, tal y como sigue sucediendo hoy en política. Las insidias fruto de las ambiciones desmedidas provocan la caída de los posibles adversarios. Y su matrimonio, interracial, representaría también hoy una ofensa al racismo imperante en buena parte de nuestra sociedad.
La Gentileschi, Artemisia, llegó más tarde. Me la presentó mi admirado Semprún en la única novela que escribió directamente en castellano, Veinte años y un día. Un cuadro suyo, Judit decapitando a Holofernes, da pie a la trama de la novela. De la versión que tuve ocasión de ver en los Uffizi disfruté mucho aunque la de la novela era la que se encuentra en Nápoles. La primera pintora barroca de la que tuve noticia y que me dejó impresionado, fue también víctima de una violación que fue denunciada y en la que el agresor fue condenado. En mi humilde opinión, no soy especialista, esta mujer está a la altura de los grandes pintores de su época.
Y, finalmente como no, Marie Curie, la del radio, como la conocíamos en el colegio, y primera mujer premio nobel de la que tuve noticia. Premio nobel por partida doble, en Física (1903) y en Química (1911). Y se convirtió en la científica por antonomasia. Tras la muerte de su marido pasó a ocupar su cátedra convirtiéndose en la primera catedrática de Francia. La importancia de la Curie es extraordinaria. Fue la primera mujer en pertenecer a la élite científica mundial y la primera persona en recibir dos premios nobel. Además representó una referencia indiscutible para las siguientes generaciones de mujeres a las que abrió el camino de la ciencia, las puertas de la universidad y les mostró que voluntad y esfuerzo permitían romper las masculinas barreras del mundo de su tiempo.
Estas son algunas de las mujeres que conforman mi particular universo. Una rebelde contra el poder (Antígona), una intelectual comprometida con la cultura (Aspasia), una pacifista (Lisístrata), una filósofa y matemática (Hypatia), una víctima de la tragedia del oficio de vivir (Desdémona), una pintora que compite con los más grandes de su oficio (Artemisia Gentileschi) y la científica por excelencia (Marie Curie). Cada una de ellas representan un símbolo del paso de las mujeres por la historia, y estoy convencido de que el futuro les pertenece y, quizás, nos vaya un poco mejor a todos.
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