Era tan definitiva la ausencia que no quedaba otra que pelear por el futuro como destino obligado.
Y después de tres años de trabajo hemos urbanizado ese solar que era agreste, visualmente dominante y abusivo a los ojos del paseante, a la vista de todos; había que hacerlo y se ha hecho.
A sabiendas de que un espíritu claro les vigilaba, todos los que han participado hicieron bien su trabajo y silenciosamente. Y ahora las figuras humanas no se reducen a su espectro, ahora caminan y se desenvuelven pacíficamente en ese lugar, ese es el logro.
También se dieron otras batallas que fueron ganadas por la razón y por la perseverancia para que esa plaza no sea lo único que alumbre una dimensión mayor rehabilitadora del centro histórico. Pero dar este primer paso era imprescindible para que todo lo demás sea posible.
Los tiempos son los que son, los sabios se esconden, los presumidos tienen su mejor momento, los de la verdad implacable se pavonean como estrellas de cine; aunque no son más, sólo son más visibles, son los mismos, eso no cambiará. Y la mayoría de la gente sigue luchando para no dejarse engañar, y lo tiene difícil, siempre lo tuvo. Y la vida sigue para bien.
En fin, solo se trata de una plaza, de un proyecto que conjuramos no de manera aislada, sino como un deseo que merecía la pena vivirlo y teníamos la oportunidad de lidiarlo.
Lo que ha dado lugar a tener estos días una llovizna de recuerdos legítimos.