Dice Google que en el mundo hay 4.200 religiones. Todas adoran al Dios verdadero y todas (menos el budismo) nos prescriben vivir entre el pasado y el futuro, entre el arrepentimiento y la esperanza.
Maravilloso no será el futuro a pesar de lo que escribamos en las felicitaciones de Navidad. Tampoco el apocalipsis estará a la vuelta de la esquina, probablemente. Las religiones nos dan el motete con el abandono del mundo y la certeza de la salvación pasado mañana, pero el vendaval de los años solo producen ceniza, polvo, nada. Nadie sabe el nombre de sus ocho bisabuelos. La vida -nuestra vida- es un viaje fulgurante de la nada a la nada, de la oscuridad a la oscuridad, como el recorrido de una estrella fugaz que aparece en la noche y se desvanece en la noche.
Celebrar en Navidad que aparecen por Oriente la paz, la justicia y la fraternidad universal, esto está bien aunque hoy además de improbable es un sarcasmo. Porque sobre este horizonte de fraternidad universal, datos, datos, lo que se denominan datos…no tenemos, francamente. Mejor dicho, todos los datos que tenemos están en contra. Es verdad que no hace daño tener buenos deseos aunque sean endebles y fugaces, pero sabemos que son totalmente ineficaces, irrelevantes para conseguir lo deseado.
¿Todos nuestros afanes acaban en nada o hay luz al final del túnel que te alumbra y que te acoge? Nadie lo sabe. Yo creo que conviene creer…aunque sea en esta vida y no en la otra. Creer en el más acá, no para garantizarnos la salvación eterna -tan pragmático no soy- sino para poder llevar una vida digna de ser vivida. Para poder ser generosos, honestos, solidarios aunque esta fe sea una pura conveniencia, una fe utilitaria que me permite estar más tranquilo y a veces, algunas veces, estar incluso alegre. Pero es puro egoísmo, al menos en mi caso, porque yo creo que hacer el mal te hace infeliz y también te agría el carácter negar el principio esperanza. Que el mal nos hace peores. Haya lo que haya al final del túnel es útil para tu propia vida creer que habrá un final feliz para todos. Querer creer.
Por otra parte, el dilema entre el rico Epulón y el pobre Lázaro es retórico. No hay duda en la elección: ¡a favor del pobre Lázaro, del emigrante, del pobre, del que sufre… pues claro! Y da igual lo que haya al final del túnel. Querer querer.
Querer creer y querer querer. Dos caras de la misma moneda.
En esta Navidad os deseo a todos la paz.