En un estudio publicado por la NASA en 2016, se calcula que en el universo observable existen alrededor de 200.000 millones de galaxias. Una galaxia es un conjunto de gases y polvo estelar que alberga a miles de millones de estrellas. Una de ellas es el Sol y su sistema planetario en el que se encuentra nuestro planeta Tierra. Se estima que el número de estrellas del universo semejantes al Sol ronda los 10.000.000.000.000.000.000.000.000 (10 cuatrillones). Es un número que se puede escribir, pero no imaginar.
Sin embargo, todo esta cantidad ingente y casi infinita de materia observable supone solo un 5% de la materia total. La astrofísica afirma que de toda la materia que existe, el 25% es materia oscura y el 70% es energía oscura, y de ninguna de estas dos sabe la ciencia en qué consisten.
Pues bien, al planeta Tierra -esta mota de polvo suspendida en el último rincón de esta inmensidad-, al parecer, el Creador de todo lo real mandó a su Hijo con la misión de redimirnos del pecado muriendo en una cruz, entre tormentos horribles, para darles a los hombres un perdón y la promesa de una feliz y luminosa vida eterna. Muy verosímil no parece esta historia, la verdad.
Pero la pregunta no es si es verosímil o inverosímil; la cuestión es si creer esto nos hace mejores o no. Creer, en definitiva,… que es mejor ser mejor. Pues esta certeza (esta fe) es la que celebran en Navidad muchos de los que creen que es mejor, con independencia de confesiones o iglesias. Que es posible -a pesar de los pesares- arrepentirnos y dolernos del mal que hemos hecho y comenzar de nuevo esperando el perdón que se nos ha prometido. Que es posible levantarse de nuevo y seguir caminando, con nuestras heridas.
En realidad, en Navidad se celebra que esta esperanza en un mundo mejor es real, a pesar de tanta oscuridad que llevamos dentro. Y si no estamos aquí para procurar que nuestros semejantes tengan una vida digna y para aliviarles la carga de sufrimiento y miseria, para reconocerlos, acompañarlos y cuidarlos, para repartir los bienes de este mundo entre todos…y si no hemos venido a esto, entonces ¿a qué hemos venido?
La Pascua (tengas fe religiosa o no) le da un sentido a nuestra existencia revelando la dirección moral en la responsabilidad por el Otro, a pesar de nuestra constitutiva oscuridad, a pesar de tantas caídas.
¿Qué otro sentido puede tener la vida humana en esta minúscula mota de polvo del rincón más perdido del universo? ¿O elegimos pensar que la existencia es un sinsentido, el resultado de un mero y simple azar, y que finalmente regresaremos todos al olvido, a la nada de la que procedemos? ¿No es mejor para todos arrimar el hombro y que la humanidad avance en el camino de alcanzar humanidad? ¿Tiene sentido esta voluntad frente al hecho cierto, cotidiano y tozudo, de la maldad humana, de la guerra permanente de unos contra otros? ¿No será esta fe una simple y vana ilusión? ¿Pero, basta con querer creer para que la vida tenga sentido?