Hasta 1952, cuando Jonas Salk presentó la vacuna, la poliomielitis era una amenaza a la salud pública mundial. Lo sobresaliente no sólo es su descubrimiento, sino que dejó la patente libre para que cualquier laboratorio pudiera fabricar la vacuna sin recibir ningún pago a cambio. "No hay patente, ¿se puede patentar el sol?” es su frase más célebre (el bueno de Jonas Salk no podía imaginar que en 2015 el gobierno de España aprobó una ley que se conoció como “impuesto al sol” para penalizar el autoconsumo de energía eléctrica producida por paneles solares, recientemente derogada).
La epidemia del Covid-19 ha ocasionado al día de hoy 323.635 muertes en el mundo, 27.888 en nuestro país. Cuando oigo los ladridos de estos papanatas miserables reventando la convivencia y boicoteando las restricciones recomendadas por los científicos, pienso que las personas que han dedicado su vida a paliar el sufrimiento y las enfermedades de sus semejantes deben removerse en su tumba. Lo mejor de la Humanidad moriría de nuevo escandalizado ante tanto cinismo, tanta desvergüenza y tanto odio.
Señalo a algunos de estos grandes hombres, todos Premio Nobel de medicina: E. Behring (difteria); R. Ross (malaria); N. Finsen (lupus); R. Koch (tuberculosis); Ch. Nicolle (tifus); Alexander Fleming (penicilina); S. Waksman (estreptomicina) … y miles, millones de anónimos investigadores, científicos, médicos, enfermeros, sanitarios, cuyo impulso fue y es mejorar la vida de las personas, no sus cuentas corrientes.
Al teniente gobernador del estado de Texas, se le reprochó recientemente su declaración de “que los abuelos están dispuestos a sacrificarse para salvar la economía del país”; por su parte y en respuesta a estas críticas, Dan Patrick respondió: “Hay cosas más importantes que vivir”.
Ay, Dan, qué tonto eres. Llegarás alto, hasta la presidencia de los Estados Unidos de América, incluso. No sé si llamarte tonto, malo o simplemente borjamari. Ya tus antecedentes curriculares como presentador de programas de entrevistas de radio y locutor de televisión no presagiaban nada bueno. ¡Quién mejor que tú sabe el peligro de que te hagan preguntas delante de un micrófono! Y vas tú y contestas.