No puedo comenzar esta columna sin decirles que ya me dolería no haber pasado este puente en Jerez de la Frontera. Ya quisieran otros tener lo que tenemos nosotros. Después de un 2020 cuyo diciembre vivió un segundo estado de alarma, recuperar lo que es nuestro no tiene precio. Y, sin embargo, quién nos diría que los medios de comunicación que se enfocaron en transmitirnos que si nos vacunábamos podríamos hacer vida normal, vendrían a grabar cómo estamos sin mascarillas y sin distancia en una ciudad en la que, según datos de la Junta de Andalucía, tenemos con pauta completa al 81,3% de la población.
Tenemos tal bombardeo constante con pasaportes, terceras dosis (¿a la tercera va la vencida?), restricciones de derechos sin ningún tipo de control (hasta que llega la cosa al Tribunal Constitucional)… Que lo complicado es que haya alguien que no esté hasta las narices de seguir escuchando todo esto. Parece que a nuestros dirigentes y a nuestros medios les preocupa más cómo les puede afectar todo esto a ellos que lo realmente importante: la salud pública y los derechos de los ciudadanos.
Me gustaría pensar que esto se va acabar algún día, pero cada día que pasa pienso que será improbable que saque la mascarilla de mi traje de chaqueta o mi cazadora (según el día). Pero más improbable será que quienes están elegidos democráticamente para la toma de decisiones empiecen a apostar por soluciones reales y no cortinas de humo. ¿De qué sirve un pasaporte covid en una comunidad autónoma con alto nivel de vacunación? ¿Cuánto sabemos ya de la famosa variante ómicron y por qué sabemos tan poco de cuándo nos van a poner la tercera dosis?
Pareciere que prefieren vivir del miedo, del control, de hablarnos de La Variante “Plaza de la Asunción” antes que hablarnos de los altos porcentajes de vacunación de nuestro país, de la baja incidencia que tenemos en Andalucía, o de cuándo nos vamos a volver a vacunar.
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