La desidia y falta de interés por el mantenimiento y conservación del patrimonio de nuestra tierra es algo ya casi proverbial, a pesar de las denuncias, protestas, manifestaciones, etc. que se han venido sucediendo a lo largo de los últimos años por parte de asociaciones como la Plataforma por Asta Regia aquí en Jerez, Jerez Patrimonio destruido, asociación Ben Basso en Sevilla, Aula Gerión en Sanlúcar de Barrameda, Huelva Te Mira en la capital onubense, Unidos por Baria en Almería y tantas otras.
En la actual situación post-pandémica es aún más triste, dado que, si vivimos principalmente del turismo, éste no puede ni debe limitarse a un turismo de sol y playa, ya que un turismo cultural puede proporcionar muchos más puestos de trabajo, de los que tan necesitada está -ahora todavía más- nuestra comunidad. Además, y no menos importante, tanto el patrimonio arqueológico como el histórico-artístico es y será siempre una de las principales señas de identidad de un pueblo.
Es cierto que el flamenco está en auge y que es ya, con todo merecimiento, patrimonio inmaterial de la humanidad, pero aquí queremos subrayar la importancia del patrimonio material, tanto el que vemos todos los días cuando caminamos por una de nuestras ciudades, -al que no vamos a referirnos en este artículo, pese a que merece también mucha mayor atención-, como el que está escondido y podría salir a la luz con sólo un poco más de interés por parte de las administraciones.
La plataforma ciudadana por Asta Regia, ese yacimiento de 3.500 años de antigüedad situado entre nuestra ciudad y Trebujena donde se asentaron tantas civilizaciones y que pudo ser la capital -o un centro muy importante- de la antigua Tartessos sigue insistiendo en la necesidad de su excavación y puesta en valor, algo que está ya en la agenda de prácticamente todos los partidos políticos jerezanos y que, con los modernos sistemas de detección, podría ser mucho más fácil que hace 60 años cuando Manuel Esteve inició unos trabajos demasiado pronto paralizados.
Inexplicablemente, desde el anuncio el pasado mes de febrero por parte del Consistorio de un “plan” para la protección e intervención en este casi inexplorado yacimiento, no hemos vuelto a saber nada más sobre el tema.
No podemos dejar de referirnos al hallazgo en 2018, junto a la actual pedanía jerezana de La Corta, de un complejo hidraúlico “único en el Mediterráneo”, según sus descubridores, con más de 2.000 años de historia y en uso -con variaciones- hasta el siglo XVIII. Seguramente estaría relacionado con la villa romana sobre la que se asienta el Monasterio de La Cartuja y con Asta Regia. De momento se ha cubierto con geotextil y grava, como es usual para su protección, a la espera de una segunda intervención que deje al descubierto las zonas inundadas -está bajo el nivel freático- y haga visitable el conjunto. Entretanto, creemos que al menos podría haberse colocado en el lugar donde está ubicado algún panel con una pequeña información sobre la historia de estos importantes restos.
Hace unos meses investigadores de la UCA descubrieron en los arenales cerca del faro de Trafalgar (Barbate), una tumba megalítica de la Edad del Bronce con unos 4.000 años de Antigüedad, sin expoliar, y muy cerca una villa romana de más de 500 metros cuadrados, con una serie de espacios dedicados a la cría de peces y a salazones y con restos de la famosa salsa garum, además de un conjunto de baños también romanos. Queda mucho más por excavar, pero, aunque la Junta ha autorizado un año más de trabajos, “provisionalmente” se ha enterrado todo para que los visitantes que se acerquen o las inclemencias meteorológicas no estropeen el yacimiento. Esperemos que sea sólo provisional.
En 2006 y de manera casual se descubrió en Chiclana de la Frontera (Cádiz) toda una ciudad fenicia bajo el Cerro del Castillo, datada en los siglos VII-VIII a.C., con posteriores estratos islámicos, medievales e incluso de época moderna. Han pasado ya quince años desde el primer hallazgo y, a pesar de que se avanzó mucho en su momento en cuanto a excavaciones, en la actualidad todo está paralizado. Eso sí, finalmente el Ayuntamiento, gracias a la insistencia de Paloma Bueno, arqueóloga y descubridora del enclave, anunció en 2020 su puesta en valor, pero en el pasado abril seguía siendo un proyecto, “en el que se continúa trabajando”.
Volviendo al tema de Tartessos, civilización de neta raíz andaluza y claro signo identitario, los terrenos del Tiro de Pichón en Sevilla donde en el año 1958 del pasado siglo se descubrió el deslumbrante tesoro del Carambolo, fueron declarados por la Junta BIC (Bien de Interés Cultural) en 2016. En este lugar existía un santuario fenicio excavado en parte en la primera década del 2000 y donde, al decir de los expertos, queda aún muchísimo por descubrir. Hace ya más de 20 años la zona pasó a manos de una promotora que quería construir allí un hotel, integrando en él los restos del yacimiento, pero, tras varios tiras y aflojas con la administración andaluza, esto no fue posible. Lo cierto es que el terreno se convirtió en una escombrera y un lugar perfecto para hacer botellones. A día de hoy, por decisión de la Junta, el yacimiento está oculto y cubierto por un búnker de cemento.
La necrópolis tartésica más importante que tenemos, con unos 3000 años de Antigüedad, ubicada bajo el cabezo de la Joya (Huelva) y donde se descubrieron piezas que han viajado por todos los museos del mundo, está igualmente a punto de desaparecer. El Ayuntamiento de la ciudad quiere construir allí tres edificios de viviendas de 12 plantas y un cuarto edificio de 15 plantas, con un aparcamiento subterráneo de tres niveles. El cabezo y la necrópolis quedarán reducidos a menos de la mitad de la superficie actual. La plataforma Huelva te mira ha presentado un recurso contencioso-administrativo contra el Ayuntamiento ante el TSJA y ha sido admitido a trámite. Veremos qué pasa, pero lo más frecuente es que primen los intereses económicos.
También se destruyó, en 2013, una villa romana encontrada en el antiguo cuartel de Los Mondragones (Granada), donde se exhumaron los diferentes espacios que la conformaban, ocupada además de forma continuada desde los siglos I d.C. al VI d.C. Un yacimiento de enorme importancia, perdido para la investigación, para la historia de Granada, y para la sociedad granadina.
Por poner algún ejemplo más, en Villaricos (Cuevas de Almanzora, Almería), se han proyectado 24 chalés de alto nivel sobre parte del yacimiento más importante de la provincia, de época fenicia, cartaginesa y romana. El poblado de Baria allí ubicado fue uno de los puertos más importantes en la ruta occidental del Mediterráneo desde el siglo VII a.C.
Pero quizás el mayor atentado patrimonial ocurrió en el siglo XX en Cercadilla (Córdoba), hace ahora justo 30 años. El trazado del AVE que debía unir Madrid con Sevilla antes de la Expo 92 necesitaba a Córdoba como enlace principal. Se proyectó la estación en Cercadilla y ni el alcalde de la ciudad (IU entonces), ni la Junta de Andalucía hicieron nada para salvar el fabuloso palacio construido por el emperador Maximiliano Hercúleo en el siglo III de la era, catalogado como “único en el mundo” y mayor que el Foro Trajano de Roma. La estación se comió gran parte del complejo y los restos quedaron junto a la actual estación del AVE.
Está claro que no todo puede o merece salvarse, que impedir una obra por la aparición de restos ocurre sólo en un 1% de los casos, pero la mayoría de las veces sólo hay que integrarlos. Por un lado, la actual ley de Patrimonio adolece de muchos agujeros y puede interpretarse de diferentes formas. Por otro, las intervenciones y puestas en valor suelen ser muy costosas. Cierto que nos agobia la crisis económica, pero también es cierto que el patrimonio y la cultura no pueden quedar siempre en último término y que en otros países europeos se cuidan y se conservan con mimo restos de mucha menor importancia.
Si la Alhambra de Granada, el Alcázar de Jerez o el de Sevilla, en total abandono todavía a principios del siglo XX, no se hubieran restaurado y puesto en valor, no habrían producido los inmensos beneficios económicos que han producido y seguirán produciendo.
Y sobre todo: estos restos son nuestros tesoros, nuestros signos de identidad, que no deben perderse para las generaciones futuras. ¿O es que en el fondo no interesa que las nuevas generaciones conozcan las raíces fenicias, tartésicas, púnicas, romanas o islámicas de Andalucía?