Tras ser arrestado de nuevo en alta mar, Pedro, el cazador de sirenas, con las evidencias de la cabeza de Jaime y la cola de un animal extraño que él aseguraba que pertenecía a una ondina, pretendió que revisaran su caso. Su abogado ni lo intentó. Fue internado de nuevo en el manicomio con medidas de seguridad. Los psiquiátricas de su residencia le sometieron a un tratamiento de shock a base de calmantes y se le aisló durante 6 meses. Durante ese tiempo, un asistente social, Julián, que procedía de una familia de pescadores, empezó a intimar con él. Pedro le contaba que había visto un tesoro en el fondo del mar, pero estaba custodiado por sirenas, por eso era muy peligroso llegar allí. Solamente la gente muy fea estaba a salvo de esas ondinas. Así fue como Julián se desfiguró la cara con ácido.