Incluso para los estómagos más robustos, la política española lleva demasiada cebolla, y además le ponen ajo. Repite. Repite y aburre. Lo ocurrido los días previos al fin de semana, primero en Murcia y luego en Madrid, repite y aburre.
Unos diputados de Ciudadanos firman una moción de censura contra el Gobierno regional del PP con acusaciones graves de corrupción y dos días más tarde varios de los firmantes se sientan como consejeros en el mismo Gobierno que querían derribar. Algunas voces de Ciudadanos, entonces, acusan al PP de utilizar “métodos mafiosos” y el público, todos nosotrøs, asistimos aburridos y con molestias gástricas severas. Resulta indigerible tal espectáculo.
Tras la primera explosión en Murcia, la firma de la moción de censura, se pone en marcha la moción de censura contra Díaz Ayuso, presidenta del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Aquí empieza el sainete de qué fue primero, si el decreto o la censura, para descubrir que un decreto que no está publicado sin embargo es vigente, contra todo lo que se pudiera pensar sobre una cosa que se llama la vigencia de la legalidad. La presidencia de la Comunidad de Madrid hubiera podido avisar a la imprenta del Boletín para que quedara alguien de guardia y publicar el decreto inmediatamente después de haber sido firmado; hubiera podido, pero no lo hizo. Los decretos entran en vigor con su publicación, es una exigencia que aporta seguridad jurídica, una característica esencial e indispensable para que pueda existir el Estado de Derecho. No ocurrió, pero los jueces creen que la publicación no es obligatoria a tal fin y dan la razón a la presidenta.
Repite y aburre, la salsa de la política española, a los estómagos menos robustos, y ahora puede ser interesante, como divertimento, pensar por qué ocurrió todo esto. El desastre de las elecciones catalanas para varios partidos ha sido claro, especialmente para Ciudadanos y para el PP, dos partidos filiales de una misma casa matriz: la derecha española. El Gobierno de Murcia existía gracias al apoyo de Ciudadanos, y de vox, y de pronto Ciudadanos descubre que no puede seguir gobernando con el PP, a pesar de que todo lo ya conocido no impidió ese pacto de gobierno. Ciudadanos descubrió que prefería gobernar con el PSOE. Quizá fue una oportunidad que vio Ciudadanos para separarse del PP y tener un perfil propio y no desaparecer de la política, teniendo en cuenta que vox está tragándose, en primer lugar, al PP y amenaza a Ciudadanos. La solución a está pregunta anterior nos la ofrece la propia presidenta de la Comunidad de Madrid que anunció que quería su propio proyecto con ella sola, pero aceptaba que podría haber un acuerdo con vox, al mismo tiempo que se lanzaban a una encarnizada pelea con Ciudadanos. También en Madrid, Ciudadanos descubría de pronto que con el PP no podía ser. Y el común denominador de las dos censuras era el PSOE.
Después de lo ocurrido en Catalunya, con un PSOE que alcanzó su valor máximo posible y lejos de su objetivo, presidir la Generalitat, se verifica que las derechas españolas han sufrido una catástrofe histórica, pero sobre todo una reorganización de sus fuerzas hacia la extrema derecha. Vox obtiene buenos resultados y PP y Ciudadanos se estrellan contra el suelo. Empieza la carrera por salvarse como sea. Ciudadanos, que siempre ha sabido nadar y guardar la ropa con el PSOE, abandona a sus novias de Colón y se lanza en brazos del PSOE para ganar tiempo y redefinir su perfil político. El PP se siente perdido y superado por vox, y abre una operación a gran escala para que Ciudadanos vuelva a la casa matriz: el PP. Vox se retira de la escena discretamente y el PP de Andalucía ve incalculables la consecuencias del terremoto y acuerda una isla de paz con Ciudadanos y seguir alimentando, para ello, a vox: el PSOE da buenos pronósticos en las encuestas.
Las encuestas de Madrid daban ganadora a la presidenta del PP así que es el momento de aprovechar la ocasión, ante un Ciudadanos que llevaba varias semanas marcando distancias contra el PP, con la boca pequeña, tratando de ganarse una reputación de verdaderos liberales y mejores gestores que el PP, con el que, sin embargo, gobernaban sin problemas en la ciudad y en la Comunidad. Vox, en silencio. A Madrid llega la desesperación, el qué hacemos, el por dónde se está rompiendo todo y la decisión: quien rompe y rasga lleva las de ganar. Y en ese me atrevo, no me atrevo, esa espera entre conseguir las firmas y redactar la censura y reunir al Consejo y decidir la firma del decreto, en esa carrera desesperada, se olvida que los decretos no son vigentes hasta que se publican. Bueno, a partir de ahora quizá sí. Una nueva operación de recuperación del bipartidismo está de nuevo en marcha.