Tras casi cuarenta años de la llamada “autonomía”, Andalucía se mantiene a la cola de todas las comunidades del estado español en su nivel de empleo y condiciones de trabajo, renta por habitante o gasto en Sanidad, Educación y Vivienda pública. Nuestra juventud apenas tiene horizontes y muchos de nuestros jóvenes se ven forzados a emigrar como hicieron sus abuelos y abuelas. Nuestro territorio es utilizado para actividades extractivas que deterioran de forma grave el medio ambiente mientras el valor añadido se produce lejos de nosotros. También para bases militares y usos que en nada responden a la tradición andaluza de cultura de la paz. La desindustrialización es creciente y la economía gira, cada día más, en torno al turismo, convertido en monocultivo en nuestras ciudades históricas y en la costa; un turismo que deja aquí solo una pequeña parte de los beneficios, en forma de empleos precarizados y salarios de miseria, mientras pone en peligro nuestro patrimonio natural y cultural y nuestras propias formas de vida. Soportamos la tristeza de que diez de los quince barrios más pobres del estado español sean barrios nuestros. Nada, o muy poco, se hace para contrarrestar los efectos del cambio climático. Y nuestros mares han sido convertidos, por la criminal política migratoria, en cementerios de esperanzas frustradas.
Nuestra identidad andaluza, enriquecida con las aportaciones de distintas culturas a través de la historia, se degrada y folkloriza al ser desactivadas sus significaciones profundas y su potencial liberador para ser convertida en mercancía.
A pesar de la gravísima situación, los problemas de Andalucía (sus “dolores” como los llamaba Blas Infante) están invisibles. Y es que Andalucía no existe hoy como sujeto político, a pesar de la profundización en la conciencia nacional que significaron el 4 de Diciembre de 1977 y el 28 de Febrero de 1980. Nuestro Pueblo no se autorreconoce como tal, porque ha sido anestesiado por quienes traicionaron el contenido liberador de aquellas dos fechas y las manipularon para conseguir réditos partidistas o personales.
Los datos son tozudos, diremos solo algunos de ellos. La situación de emergencia en nuestra tierra se agrava desde 2008. La renta por habitante, amplía la distancia en relación con la media española. En 2007 la renta por habitante en Andalucía era un 22,9% menor que la media en el Estado. En 2018 ha pasado a ser un 26% menor. La capacidad de apropiación de “valor añadido”, especialmente baja en Andalucía, continúa deteriorándose.
Crece la desigualdad. La renta media de la población andaluza se ha reducido en términos reales desde 2008, viéndose especialmente perjudicado el grupo de menores ingresos. El 20% de la población más rica ha aumentado su renta, mientras que la población de menores ingresos ha disminuido su renta en un 7,3%.
El 38,2% de la población andaluza está en situación de pobreza y exclusión social, siendo la media del estado un 26,1%. Aumenta la exclusión en los hogares sustentados por mujeres, así como en los niños y niñas, más de quinientos mil, sin recursos para una vida digna.
Se repite, desde muy diversas instancias y sectores, que tras la pandemia del Covid-19 “nada en el futuro será como antes”. Esta frase esconde que las fuerzas económico-financieras que constituyen hoy el núcleo de poder en el mundo y las instancias políticas que en los distintos países administran sus intereses tienen como objetivo reconstruir ese “antes”: reactivar lo que ha sido dañado por la paralización obligada de la mayoría de los sectores productivos y del comercio internacional debido a la pandemia. De lo que se trata es de reconstruir, de restaurar el funcionamiento del Sistema de capitalismo globalizado, ultraliberal, colonialista y patriarcal cuyo funcionamiento, destinado a garantizar escandalosos beneficios a una ínfima minoría, está conduciendo a la humanidad al borde del colapso por haber roto los equilibrios del ecosistema planetario debido a la explotación salvaje de la naturaleza.
Un Sistema que acentúa cada vez más las enormes desigualdades existentes entre clases sociales, entre pueblos y entre géneros. Lo que en realidad se pretende, es que cuando concluya el periodo que aquí están denominando “nueva normalidad” - que deberá durar hasta que se encuentre una vacuna eficaz contra el actual virus volvamos a la plena “normalidad· anterior, olvidando, entre otras cosas, que la tragedia humana, sanitaria, económica y social por la que estamos atravesando es una consecuencia directa del funcionamiento de ese Sistema definido como “normal”. Y para que ese objetivo sea posible y las mayorías sociales acepten sus consecuencias, se está utilizando el temor al virus para acentuar los sistemas de control en nombre de una supuesta “garantía de seguridad”.
La gran transformación de Andalucía no puede venir de la mano de las instituciones económicas y políticas, de la globalización ni del actual sistema de partidos. Será obra de la sociedad civil organizada, del propio pueblo, o no será
En este contexto, reconstruir Andalucía, como se nos propone de forma insistente, significa reactivar el papel que nos fue adjudicado históricamente de colonia interna del Estado español y, en las últimas décadas, también de la llamada Unión Europea. Es aceptar la división territorial del trabajo que nos ha llevado y nos mantiene en la cola del bienestar y a la cabeza de todas las clasificaciones negativas (desde las de desempleo y pobreza hasta las de inversiones en Sanidad y Educación por habitante).
La gran transformación de Andalucía no puede venir de la mano de las instituciones económicas y políticas, de la globalización ni del actual sistema de partidos. Será obra de la sociedad civil organizada, del propio pueblo, o no será. Nos encontramos ante una encrucijada histórica: debemos decidir si continuar recorriendo el camino por el que nos llevan y al que pretenden reconducirnos tras estos meses que serían considerados como un simple paréntesis, o construir un nuevo camino de acuerdo con nuestras necesidades e ilusiones. Es preciso explicar con claridad y sencillez las consecuencias de lo uno y de lo otro. La tarea didáctica por realizar es enorme pero imprescindible. Debemos aprovechar el bagaje solidario, de apoyo mutuo y de indignación inteligente que se ha desarrollado en muchos de nuestros pueblos y barrios. Es preciso organizarse, sea en los movimientos, asociaciones y colectivos emancipatorios ya existentes, como en nuevas redes y colectivos de denuncia, de defensa de los derechos humanos individuales y colectivos, de solidaridad y de intervención. A la tarea están llamados cuantos andaluces y andaluzas compartamos la necesidad de este cambio de rumbo y la urgencia de tomar el futuro en nuestras manos.
Desde la Plataforma Andalucía Viva, que no pertenece a ningún partido político, proponemos un Decálogo para orientar la actuación de quienes aspiramos a la construcción de un nuevo futuro para esta tierra. Estos diez ejes serían los siguientes:
1.- Exigimos el fortalecimiento de los sectores públicos, en especial de la Sanidad Pública, la Educación Pública, la vivienda y los cuidados a personas y colectivos dependientes y vulnerables. Nos unimos a las peticiones de las distintas mareas: La marea blanca, tan activa en Cádiz, la marea Verde, stop desahucios, plataforma de afectados por la Hipoteca, trabajadoras y trabajadores de la ley de dependencia; madres afectadas por las patologías duales de sus hijos, familias víctimas del consumo de drogas...
2.-Denuncia de las leyes y normas que constituyan violaciones y recortes de los Derechos Humanos o supongan una limitación a las libertades democráticas. Así como mostrar nuestro rechazo permanente a toda forma de clasismo, sexismo, racismo y xenofobia. De igual manera, pedimos medidas efectivas contra la violencia de género.
3.- Exigimos especial atención y apoyo real a quienes sufren situaciones de pobreza y exclusión o forman parte de colectivos vulnerables. Es necesario poner en marcha la Renta Básica Universal e Incondicional para garantizar el derecho básico a la subsistencia.
4.- Debemos conseguir la declaración de Andalucía como territorio libre de armas y de energías nucleares. Rechazamos las bases militares y esa política que pretende convertir a Andalucía en el gendarme del sur de Europa.
5.- Apoyamos las medidas de reactivación de las redes vecinales, deterioradas por tanto individualismo como proclama el sistema. Hay que volver a las calles y plazas de nuestros pueblos, ciudades, y barrios como lugares de encuentro, de vida compartida. Rechazamos los proyectos que deterioran nuestro Patrimonio Cultural, material e inmaterial, mercantilizándolos aún más o convirtiéndolo en parques temáticos sin vida propia.
6.- Creemos que los sistemas públicos de movilidad deben contar con medios no contaminantes, lejos de megaproyectos o grandes infraestructuras y modos de transportes insostenibles ecológica y económicamente. Apoyamos las energías alternativas y su producción a niveles locales y comarcales para hacerlas eficientes; abaratar los costes a los consumidores y avanzar hacia la soberanía energética.
7.-Las políticas y experiencias que fomenten la producción de bienes de uso para cubrir las necesidades del Pueblo Andaluz siendo respetuosas con el medio ambiente y la preservación de nuestros ecosistemas, encontrarán siempre en nosotros todo el apoyo necesario para que logren sus objetivos. Apoyamos el cooperativismo, las formas de trabajo auto gestionadas, el comercio y consumo de proximidad, para avanzar hacia la soberanía alimentaria.
8.- Hay que fomentar nuestra cultura y exigir, que, en los centros de enseñanza, se difunda la historia y la cultura del Pueblo Andaluz. Defendemos, en este contexto, a los medios públicos de información y comunicación independientes de partidos políticos y no sujetos a intereses empresariales.
9.-Creemos en el fomento los valores democráticos y de mecanismos de efectiva participación ciudadana en los debates y decisiones sobre los asuntos públicos. Apoyamos de manera especial al municipalismo, entendido no solo como actuación dentro de las instituciones sino, sobre todo, como intervención activa de la sociedad civil organizada.
10.- Por último, denunciamos la situación de subordinación política de Andalucía y de las limitaciones e ineficiencias del actual marco autonómico. Exigimos el reconocimiento de Andalucía como Pueblo y, consecuentemente, de su derecho a autogobernarse dotándose de los instrumentos políticos, económicos, sociales y culturales necesarios para avanzar hacia el objetivo de una Andalucía Viva y Libre en la que podamos construir el tipo de sociedad al que aspiramos.