Alumbrado de la Feria del Caballo.
Alumbrado de la Feria del Caballo. CANDELA NÚÑEZ

Querido lector, pido de cualquiera de ustedes me saquen del tremendo embrollo en el que me ha dejado la celebración de la pasada Feria del Caballo. Verán, he leído estos días —no me he puesto a contarlas— cómo la reciente Feria de Sevilla ha iluminado las noches de la barriada de Los Remedios con hasta 200.000 luces led, de las cuales 25.000 han servido para dar la notoriedad que exige la portada de la universal Feria de Abril.

Hasta ahí, todo bien, es mucha la Feria de Sevilla —emulada hasta en Cataluña— para no permitirse según qué lujos. Pero casi en paralelo, solapándose con ella, leo que la de Jerez, nuestra Feria del Caballo, se mea en esos datos y, ni corta ni perezosa, lleva esa cifra brutal de luminarias no al doble, ni al triple, ni al cuádruple , ni al quintuple, sino que supera con mucho al séxtuple, y cuelga para iluminar el parque nada más que 1.300.000 luces led. No se si lo que conviene a un Ayuntamiento endeudado hasta la cejas es gastar alegremente en facturas de luz o si es que los pobres de solemnidad y en números rojos cuando se entregan es para darlo todo.

Jerez ha vuelto a ganar el pulso que se ha fijado con Sevilla. Si en Semana Santa dejamos en ridículo a Macarena, Gran Poder y Bofetá con la Carrera Oficial más larga sobre la tierra —ni un catedrático en neurocirugía puede vacilar de tanta carrera—, y al paso batimos todos los récords mundiales de permanencia, stajanovismo y pormishuevismos con maratones piadosos de 14 kilómetros, ahora volvemos a tener "más luces que nadie" y hemos dejando a la Feria de Sevilla casi en penumbra y al propio Abel Caballero —alcalde de Lugo y Papá Noel gallego— en el más oscuro de los ridículos. Si Vigo ha logrado ser visto en Navidad desde la estación espacial, no me quiero imaginar desde dónde habrán visto el lucerio desplegado en el Real y, se me antoja que igual nos ven y bien clarito desde el vórtice del agujero negro que corresponda a nuestra galaxia.

Jerez parece haber apostado por la cantidad sin reserva aún a riesgo de dejar bajo números y facturas de luz su esencia y su calidad. Nuestra Feria del Caballo —como la Semana Santa— ha cabalgado entre dos semanas, desde el viernes 6 y hasta el domingo 15 de mayo, ha aumentado el número de casetas y ha bajado —y de qué forma— no en número de visitantes, pero sí en el de visitas que los jerezanos se han podido permitir a esos precios. Sus caseteros no se han querido permitir tanto exceso.

Siendo del Caballo, nuestra Feria ha bajado y de forma considerable en el número de caballistas y en la calidad de sus monturas —algo habrá mermado la duplicidad con Sevilla—, así como en la cantidad y calidad de sus enganches —no hemos pasado de la media potencia, su limonera y su araña—, ni recuerdo de enganches de seis a la Larga, y el hueco sobre el albero apenas dio para mucho cochecito de alquiler, enjaezados de cascabeles y borlajes sus yeguas viejas, y más honrados que espectaculares.

La Feria es un evento considerado de Interés Turístico Internacional y es de esa índole la responsabilidad de sus organizadores. Cojamos la rienda y hagamos números. Dimensionemos antes de que se nos desboque. No hagamos la Feria del Caballo tan grande que al fin no ande.

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