Con dificultad voy avanzando. Me pesan los pies y la espalda me duele. Un fluido espeso se pega a la suela de mis zapatos y me impide seguir. Yo lucho y consigo despegar el pie izquierdo; el derecho, sin embargo, se queda atrás. Empujo mi cuerpo hacia delante con cuidado de no caer al bebé que sostengo entre mis brazos. Apoyándome en la silla de ruedas del abuelo consigo dar un paso más. La sensación de cansancio se apodera de mi. Intento respirar pausada, no quiero que el niño se despierte. Otro paso más y el mismo calvario. La misma pasta viscosa que me ancla al suelo. El niño llora. Se ha despertado y quiere comer. “Aguanta, aguanta, aguanta mujer”, me repito una y otra vez. Tan solo quedan dos pasos más y habré llegado. “Aguanta, aguanta, aguanta mujer”.
Un último esfuerzo, un último empujón. Cuesta arriba. Soy mujer, soy una súper mujer, yo puedo con todo: trabajo, hijos, mayores, casa… Si ya me lo decían, que las mujeres podemos hacer varias cosa a la vez. Queda poco. Sigo aguantando. Miro hacia arriba y ahí está él: flotando por el aire, sin rozar el suelo, sin ninguna carga que transportar, ni carros que mover, ni bebés que alimentar. Lo miro llegar veloz y ligero, pasando por encima de mí justo a aquel lugar donde después de tantos esfuerzos y sacrificios, él llegó primero y yo, simplemente ni llegué.
El “suelo pegajoso” no es el suelo de una fiesta cuando se derraman las copas en el pavimento; sino unas garras que nos sujetan las piernas y no nos permiten avanzar, dejándonos atadas a la precariedad laboral. Factores sociales y culturales y una desigualdad en el mundo laboral entre hombres y mujeres, nos siguen emplazando en aquellos trabajos con menor cualificación, menor salario y menores condiciones laborales. Pese a la lucha incansable de miles de mujeres que día tras día seguimos luchando para que el feminismo acabe traspasando cada estrato de la tierra que no nos permite despegar, aún sigue quedando lejos esa igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres.
Cuándo hablamos de brecha salarial no es algo tan sencillo como que hay una diferencia entre las retribuciones que reciben un trabajador y una trabajadora. Esto, si se diese el caso, está perseguido por Ley. Hablar de brecha salarial es hablar de una amalgama de elementos que se van sumando a una pócima que da como resultado que las mujeres, finalmente, acabemos cobrando menos y llegando a puestos de menor responsabilidad. Podemos disgregar tres grandes componentes de este compuesto: la segregación ocupacional, la concentración de la mujer en empleos a tiempo parcial y el desfase salarial.
La segregación ocupacional determina cuales son aquellos trabajos “válidos” para las mujeres y cuales para los hombres. Desde la entrada de las mujeres en el mundo laboral, hemos sido confinadas a ciertos empleos mal pagados y rutinarios. Muchos de estos eran considerados “tareas de mujeres”. De esta forma desarrollamos tareas de secretarías o empleos asistenciales. Esta segregación causa, además, que las mujeres se concentren en puestos de escasa autoridad y tengan poco margen para progresar en sus trabajos, mientras que los hombres son los que desarrollan empleos de poder e influencia.
Aunque el número de mujeres que trabaja fuera de casa a jornada completa es cada vez mayor, una alta proporción sigue concentrándose en empleos a tiempo parcial. Esta modalidad de empleo se relaciona con la flexibilidad a la que en ocasiones tenemos que acceder para poder conciliar la vida laboral y familiar. El problema es que mediante los empleos a tiempo parcial, acabamos teniendo un menor salario, más inseguridades laborales y escasas oportunidades de ascenso. En la Unión Europea somos las mujeres las que estamos suscritas mayoritariamentes a jornadas parciales; en España este porcentaje es incluso mayor. Esto repercute en nuestra formación, desarrollo profesional y prestaciones sociales. Circunstancias que hacen que incremente la brecha salarial.
El desfase salarial no es un desfase directo ya que, como he dicho, está perseguido por la ley. Sin embargo, hay una serie de elementos indirectos que repercuten en el salario a través de complementos. Los complementos salariales como el plus de peligrosidad, plus de disponibilidad o complementos de formación, son discrecionales. La disponibilidad laboral del hombre, a no tener los pies pegados al suelo por obligaciones en el ámbito privado, tiene más posibilidades y facilidades para poder ir ascendiendo y consiguiendo esos complementos que harán que la brecha salarial entre hombres y mujeres vaya incrementándose.
Las mujeres seguimos asumiendo la mayor parte de tareas domésticas y el cuidado de nuestros familiares. Nuestras responsabilidades son mucho mayores haciendo que se nos pongan en la disyuntiva de elegir entre vida personal o vida profesional. La falta de políticas que ayuden a la conciliación laboral hace que la maternidad se vaya retrasando cada vez más, llegando al punto de renunciar a ella para tener una carrera profesional de éxito. Esto es un problema ya que si cada vez el trabajo es más precario, carecemos de estabilidad laboral, la vivienda es un bien cada vez más preciado y en el mundo laboral nos dan a elegir entre ser madres o tener una carrera profesional; si todos son obstáculos y vientos en nuestra contra, ¿cómo vamos a tener la iniciativa de formar una familia?
El mundo laboral es un ejemplo más de que el feminismo debe de estar presente en todos los ámbitos político-sociales de nuestra vida. El feminismo debe ser un eje transversal con el que pensar y articular mejoras sociales. Los problemas golpean de forma diferente a los hombres y a las mujeres y, por tanto, debemos introducir esa “perspectiva de género” cuando pensemos en las problemáticas que nos atañen a los ciudadanos. El feminismo nos atañe a todos y a todas; y es por esto que debemos de construir un feminismo del 99%, donde se ayude a las mujeres a despegar sus pies del suelo pegajoso, en vez de a una minoría a romper el techo de cristal.
¿De qué nos sirve que una minoría rebase el techo mientras que el resto nos quedamos barriendo el destrozo? Debemos luchar, construir una herramienta transversal para que las demandas del feminismo no sean ajenas a la mayoría, sino que formen parte del “sentido común” del conjunto de la sociedad. Para esto, debemos de hacer equilibrismo entre la articulación de un sujeto feminista y, a la vez, interpretarlo como un valor compartido y que nos trasciende para convertirse en el eje vertebrador de una sociedad amplia, democrática y que luche por la justicia social.
Isabel Serrano Durán es la número 2 de Más País por Cádiz en sus listas al Congreso para el 10N.
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