Con su mono azul de Airbus, cabizbajo pero firme y en silencio. Así caminaba por la recién cortada CA35 hacia un punto donde sus compañeros quemaban neumáticos en un intento desesperado de que los informativos nacionales les dedicaran una pieza de 50 segundos y pudieran colarse en la omnipresente campaña electoral de una comunidad autónoma. En su figura, volví a ver la dignidad y la desolación que caracteriza a la clase trabajadora gaditana. Gentes corrientes que son capaces de atesorar una experiencia de siglos y el conocimiento tecnológico más avanzado, con la mochila a cuestas de las reconversiones, primero, y los cierres de empresas, después. Década tras década. Como un mantra que se repite aunque estemos ante el Gobierno más progresista de la historia.
Él, ese trabajador anónimo de Airbus Puerto Real, caminaba paralelo a un esqueleto que duele nada más mirarlo. Carcomida, olvidada pero en pie como él, se alza la antigua fábrica de Delphi, testigo 14 años después de otro corte de carretera, de otra barricada, de gritos de guerra y de la lucha obrera por mantener la dignidad que le queda a este rincón del Sur.
Porque aquí no somos la #Cadizfornia del instagram, la de las playas infinitas, la que siempre sonríe, la de la fiesta mientras nuestra gente trabaja en jornadas eternas en la hostelería, que es lo que quieren para nosotros. Pero no. En este rincón del Sur, se hacen aviones. Con nuestras manos. Y créanme, no es cualquier cosa.
Puedo decir que aún recuerdo con orgullo ese 27 de abril de 2005. Primer vuelo del A380 que salió desde el aeropuerto de Bagnac, en Toulouse, y sobrevoló la factoría de Puerto Real. Ya me había hecho periodista cubriendo a otros trabajadores: a los que, en ese momento, no les dejaban hacer barcos. Porque, por si no lo saben, en este rincón del Sur, también hacemos barcos desde hace siglos. Y por supuesto, tuvieron que echarse a la calle para parar otro cierre, el del astillero de San Fernando. Pero en ese 2005, este rincón respiró tras la lucha. En los astilleros, barcos o proyectos. En las fábricas de Airbus, aviones.
Máquinas como el A320, el A340 o el flamante A380, cuyas maquetas se repartían por mi casa, porque mi padre, y antes mi abuelo, fueron trabajadores de Construcciones Aeronáuticas y de Airbus. Diego, mi abuelo, almacenero de CASA, terminó su vida profesional en la antigua factoría de Puntales donde, desde hace 16 años esperamos un nuevo hospital. #Juanmaloharía, decían en el PP después de trece años de promesas del PSOE, pero eso es otro tema.
O el mismo. El castigo inmisericorde de PSOE y PP, y ahora UP y Cs, a este rincón, a la Bahía de Cádiz. ¿Exagerada? Me contaba mi padre, Manuel, maestro industrial de Airbus, que antes de llegar a la planta de Puerto Real tras pasar por la de Cádiz, ejerció de monitor para trabajadores de la antigua Fábrica de San Carlos, en San Fernando. ¿Les suena? Otra fábrica esencial, conocida como ‘La Constructora’, que en 1999 echaba el cierre y que llegó a albergar a 2.500 trabajadores, muchos de ellos formados en el instituto de Puerto Real.
En los astilleros, esa cifra casi llegaba a duplicarse pero vinieron las reconversiones de los años 80, y los que salieron de astilleros comenzaron un periplo. Muchos encontraron el sustento y la estabilidad en la General Motors, en Delphi. De barcos, a direcciones de coches. Y todo lo que les pusieran por delante. Porque llegó el 2007 y con él, la tragedia del cierre que aún supura. Dos mil trabajadores a la calle, un protocolo de reinserción nefasto, unas recolocaciones que no se cumplieron, un fraude con los fondos para una reindustrialización que nunca llegó. El sector aeronáutico y aeroespacial era ya la única esperanza.
Y Puerto Real era puntera. Confieso que siempre sentí debilidad por el A380, por decir que la panza –la belly fairing-, el estabilizador horizontal –el Horizontal Tail Plane (HTP)- y que el timón de dirección del gigante de Airbus – el rudder- , se hacían en mi tierra, en mi comarca, en la Bahía de Cádiz. Ingenuamente, creía que por fin en Europa podíamos hacer algo común que supusiera prosperidad para sus territorios y sus gentes, encarnados en ese avión Beluga que transportaba las piezas hechas con dedicación y profesionalidad por obreros y obreras de Europa.
Sin embargo, el sueño se desvaneció. Caída de ventas, suspensión del programa, crisis, pandemia, coronavirus y, de nuevo, otro cierre. Con la gran diferencia, eso sí, de que esta es una empresa con participación pública de España. Pero nada. Como si no existiéramos.
Tanto es así que ni siquiera tenemos que asistir a promesas incumplidas como las que hicieron los presidentes Zapatero y Chaves con los trabajadores de Delphi. “No os vamos a dejar tirados”, decían con total impunidad en plena campaña. Ahora ni eso. Ahora, el presidente Pedro Sánchez inaugura nuevas instalaciones de Airbus en Getafe el mismo día que la Bahía ardía, humillando aún más a los trabajadores y trabajadoras; y el presidente Juanma Moreno se cuela en esta tierra para decir que Airbus Puerto Real se cierra. Mientras, Unidas Podemos en el Gobierno de la nación escribiendo tuits en lugar de plantarse en el Consejo de Ministros del que forma parte, y Ciudadanos en la Junta pidiendo de manera genérica carga de trabajo, demostrando el más mínimo interés y la mínima implicación y conocimiento de este conflicto.
A horas de conocer qué pasará con Puerto Real –como si no estuviera claro ya- no nos podemos quedar callados ni calladas, aunque la desolación y la desesperanza se nos hayan pegado a la piel palo tras palo recibido. Hay que levantarse y luchar. Con esas manos, las mismas que hacen aviones. Por nuestro orgullo y por nuestro futuro, ¡Airbus Puerto Real, no se cierra!