Una de las estrategias del movimiento feminista forma parte también de las líneas de trabajo de la Apdha: visibilizar que lo que atraviesa la vida diaria de la gente de a pie tiene que ver con las decisiones de las y los responsables públicos. Como decía Kate Millet, que lo personal es político.
Desde que se decretase el estado de alarma nuestros dirigentes públicos han apelado a la responsabilidad individual y a la colaboración ciudadana. El hashtag #QuédateEnCasa se ha hecho viral, toda una llamada que dirige la vista al ámbito de las cuatro paredes —quien las tenga y que además llaman hogar— para conseguir el buen funcionamiento del conjunto. A priori parece un buen intercambio; os pedimos que colaboréis haciendo grandes esfuerzos ante una situación que es responsabilidad de todos los agentes sociales. Porque esto lo vamos a parar entre todos. Porque lo público también es privado.
Pero esos mensajes contrastan, sin embargo, con los difundidos contra la violencia de género por parte de las distintas administraciones: “Mujer denuncia”, “hazlo por ellos (por tus hijos)”, “No se te ocurra ponerme la mano encima jamás”, “Si tu chico te hace sentir miedo, cuéntalo” … que pretenden poner el foco en otro grave problema social, la violencia machista, que es asimismo responsabilidad de todos y todas. Ahora, con la crisis del coronavirus, se vuelve a individualizar una cuestión social; parecen decirles ahora mismo “mujer lo pandemia que sufrimos toda la sociedad es más importante que tu situación personal, así que no salgas de casa porque la humanidad corre más peligro”.
El “Quédate en casa” precisamente son tres palabras que en estos días son la prolongación de un auténtico infierno para muchas mujeres, y no solo por el confinamiento obligatorio durante todas estas semanas. Las administraciones no han contemplado en este estado de alarma que es en los hogares donde se producen más episodios de violencia contra las mujeres y que además se intensifican en períodos de crisis como esta, tal como han advertido desde ONU Mujeres.
Del mismo modo, no son pocas las voces expertas que llevan insistiendo y demostrando en es en los periodos en los que las mujeres pasan más horas con los agresores, como Navidad o las vacaciones estivales, cuando más se incrementa esa violencia, como confirman las informaciones del Ministerio de Igualdad a 1 de abril: en comparación con el mismo periodo de marzo del año 2019 han aumentado las consultas al teléfono 016 en un 12,43% y en un 286% en comparación con el mismo periodo del mes de febrero de este año —entre los días del 14 al 29 de cada mes—.
Además de dirigir la responsabilidad a las propias mujeres, desde el punto de vista estructural, todos los recursos destinados a la protección están bajo mínimos -más que nunca- por los protocolos para proteger a la ciudadanía de la pandemia.
¿En qué momento van a poder denunciar, si no se puede salir a la calle? ¿Qué seguridad física y psicológica van a tener las mujeres si quienes se tienen que encargar de velar por su seguridad y seguimiento de medidas de protección están en otras labores que se consideran prioritarias? ¿Quiénes les van a atender si los momentos posteriores en los que se interpone la denuncia es cuando está demostrado que es en el que existe más riesgo para sus vidas?
Según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada tres de los asesinatos de mujeres fueron realizados por sus parejas o exparejas. La violencia machista se encuentra entre las 3 primeras causas de muerte de las mujeres, detrás de las enfermedades cardiovasculares y del cáncer. Y se producen principalmente en los hogares.
Que numerosos colectivos y activistas, desde que se decretase el estado de alarma, hayamos señalado que en las medidas no se contemplan suficientemente las urgencias de los colectivos vulnerables y vulnerabilizados ha puesto de manifiesto que justamente ese quid pro quo es bastante cuestionable porque se han homogeneizado las problemáticas al conjunto abstracto de “la humanidad” y se han priorizado de esa forma unas vidas sobre otras.
El llamamiento que hacemos desde la Apdha no es solo para exigir suficientes medidas reales que protejan a las personas más vulnerables en situaciones sobrevenidas teniendo en cuenta la perspectiva de género. El llamamiento también va dirigido a la ciudadanía: esa misma sociedad que ha demostrado que es solidaria y reconocedora del valor de lo público. Porque tal y como han recordado en una de las comparecencias públicas los altos mandos de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, si se tiene conocimiento de un episodio violento en casa de “los vecinos” hay que denunciarlo. Porque lo personal es político y porque es un reflejo de nosotras y nosotros mismos.
Una llamada que va dirigida también a la reflexión en cuanto a situaciones invisibilizadas que sin embargo están normalizadas; cuestionar desde la empatía, qué es el bien común sin perder la perspectiva de que ese bien común en muchas ocasiones no alcanza ni beneficia a todos, pues la sociedad es diversa.