Queridos Reyes Magos, aunque dejé de creer en Vuestras Majestades cuando mis padres se aburrieron de poner leche para el camello en la puerta, llenar los calcetines de caramelos y decidieron que era el momento de cambiar el inesperado regalo por dinero contante y sonante, me gustaría seguir dirigiéndome a ustedes como metáfora de mis deseos para este año que comienza, si no es mucha molestia. Hacía, digo, mucho tiempo que no escribía una carta de este tipo y la verdad es que no sé por dónde empezar, pero como jerezano y articulista de un medio local supongo que debería hacerlo por los problemas de esta ciudad.
En primer lugar, veo que los políticos siguen vendiendo mucho humo cuando hablan de relanzar el centro histórico, así que mi primer anhelo sería que se cambiaran las “mesas de trabajo” por actuaciones de verdad, porque creo que hablo por boca de todos si digo que tras tantos gobiernos hablando de lo mismo la cosa empieza a aburrir. Quizá un día, si nos ponemos manos a la obra, consigamos que vivir en el casco histórico de Jerez sea un privilegio como en el resto de ciudades andaluzas y no una penitencia. En cuanto al empleo del que tanto se habla ahora en España con la incipiente recuperación económica, a ver si os acordáis de la provincia del paro con trabajo es-ta-ble, si puede ser. Creo que la última vez hubo una confusión: os pedimos industria y fábricas y nos trajisteis centros comerciales, que no están mal, lo que pasa es que ha llegado un punto que esto parece Dubai o Las Vegas.
En fin, así podríamos seguir hasta el infinito con los continuos colapsos del hospital, las ratas en los colegios, los bloques que se caen a pedazos, la siniestralidad laboral, los jóvenes que se tienen que ir a la otra punta del mundo para labrarse un futuro —muy buena la ocurrencia de la “amplitud de miras” del conspicuo ministro jerezano, Alfonso Dastis— y hasta la deuda millonaria del Ayuntamiento, pero no acabaríamos nunca y después de tantos años con mis deseos en barbecho no me gustaría abusar de Vuestras Majestades. Además, somos jerezanos, y si algo nos queda es el sentido del humor y el estoicismo. Así que si os agobiáis siempre podremos aguantar otros “taitantos” años gracias a nuestra indolencia, como esos sicilianos que se creían semidioses del Gatopardo. En fin. Virgencita, déjanos como estamos.
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