Apenas a 45 días de dar por finalizado el año 2017, va tocando hacer un poco de balance por aquello del qué tal nos fue, y si mereció la pena empezarlo, a la vista de las múltiples particularidades de este año que se extingue poco a poco, como una llama sin oxígeno. Pero como son tantas las cosas de las que merece la pena hablarse, y tantos los acontecimientos que están por pasar en este último tramo de noviembre y diciembre, me van a permitir que me tome la licencia de diseccionarlo como bien merece, por partes, y cada semana centrándonos en un tema concreto.
Empezaremos pues, esta semana, por la cara menos desagradable pero no menos pintoresca: las nuevas tendencias. Y es que, de un tiempo a esta parte, nos hemos acostumbrado a que los finales del año son frenéticos y de entrega sin condiciones a un consumismo exacerbado, que nace prácticamente en la víspera de un Halloween adoptado y ya consolidado en nuestro país. Miles de personas, hacinadas en estrechos pasillos de supermercados o establecimientos chinos, buscaban a última hora su peluca, careta o disfraz con el que salir del paso.
Poco después, justo a principios de noviembre, cadenas de radio, televisiones y redes sociales nos bombardean con el esperado Black Friday, un evento con el que Amazon y Aliexpress hacen el negocio del año, justificando todos los gastos en apenas unas escasas horas donde todos permanecen expectantes frente a la pantalla de los ordenadores, esperando la ansiada ganga que rara vez llega y si llega, es que no era tanta ganga. Todo ello aderezado con estrenos de anuncios publicitarios de vinos espumosos y de la Lotería de Navidad. Cuando venimos a darnos cuenta, Antena 3 nos regala un domingo de tarde con películas propias de la fiesta navideña y, en pleno noviembre, descubrimos que hemos caído en las redes y ya hemos adquirido algún que otro regalo… incluso hay quien se atreve a poner el árbol, o el pesebre.
Normal que lleguemos a la Nochebuena ya cansados y hastiados de polvorones, turrón y mazapán, cuando grandes superficies comenzaron su venta en días en los que sobrepasamos los treinta grados de temperatura. Mención especial merecen los montones apilados de tabletas Suchard que, esas sí, no entienden de horario ni fecha en el calendario. Para un trocito de Suchard siempre hay un momento, haga frío o calor. Lejanos quedan aquellos tiempos en que se ponían los adornos de navidad aprovechando el puente de la Inmaculada, y noviembre solo nos sabía a castañas asadas, nueces, avellanas, y nos olía a las primeras lumbres en las chimeneas. De repente hemos caído en la cuenta de que nos han birlado noviembre y ya no hay vuelta atrás. Los tiempos cambian y manda Don Dinero. Lástima.