Erre que erre, y tocó la erre. La vigesimoprimera letra, una letra un poco fallida, de errar, de errático, a pesar de ser la letra con el sonido más vibrante. Curiosamente la única, con la ele, que se desdobla, la erre doble, la letra más recurrente de los trabalenguas: el perro de San Roque no tiene rabo porque Ramón Rodríguez se lo ha robado…
Bueno he despejado en el título la incógnita de la letra escogida: reyes. Anteayer fue el día de más ilusión de los niños y niñas y se merecen que hablemos de sus Reyes, los más magos, los que traen la ilusión hasta a los hogares más republicanos. Es curioso, pero estos reyes, como los que cobran de los presupuestos nacionales, también tienen su controversia, de hecho en el Evangelio de San Mateo no se consideran reyes sino magos, una especie de casta de los persas y además es curioso que hasta el siglo IX nadie los había bautizado ni contado, y el carácter multirracial no fue así hasta el siglo XV, donde por primera vez el rey Baltasar aparece con la tez negra, eso sí se olvidaron de la otra mitad del mundo, las mujeres.
Fue una recopilación, una más de las tantas versiones que se han hecho de los evangelios, autorizados y desautorizados por la Iglesia, la llamada Liber Pontificalis, la que le dio por contar ¡que sean tres! y por bautizar los protagonistas de las tres carrozas que vimos el otro día llegar a la plaza San Juan de Dios.
La cuestión es que además, la Historia está llena de reliquias de estos tres magos, y que desde Algeciras a Estambul, como la canción de Serrat hay huesos de Gaspar, Melchor y Baltasar repartidos por relicarios de medio mundo, el arca de los reyes, por ejemplo, en la Catedral de Colonia,.. tantos que podríamos aumentar el cortejo a diez o doce reyes si uniéramos todos sus huesos, cual si de unos modernos Frankenstein se trataran. Así es la leyenda, pero todo da igual, si lo importante es contar una mentiriquilla para hacer feliz a los más ingenuos, llenar de ilusión y de bocas abiertas la mañana mágica del seis de enero.