Recientemente, gracias a las informaciones facilitadas por Eliane Ortega, investigadora especialista en el exilio español en el Norte de África y que estuvo con nosotros hace unos días en nuestra ciudad, hemos descubierto la figura del abogado jerezano José María Sánchez Bohórquez (o Bohorques), cuyo compromiso por la II República le llevó al exilio en Argelia.
Una imagen de nuestro José María junto al famoso poeta portuense Rafael Alberti, nos da la pista sobre nuestro personaje. Dicha fotografía se tomó en Alicante en julio de 1936, días antes del inicio del golpe de Estado fascista, y sugiere la red de relaciones en la que participó Sánchez Bohórquez: hijo de la burguesía, como Alberti, educados en colegios religiosos, pero díscolos y desclasados al mismo tiempo, actitud que les empujará con el tiempo a militar en la causa republicana y en el Partido Comunista de España.
José María había nacido en Jerez en 1913 en una familia de ascendentes jerezanos y alicantinos. Su padre trabajó en Telefónica, en la primera centralita de teléfonos que se instaló en la ciudad en 1925, y matriculó a su hijo en el colegio de los Hermanos Maristas. En ese centro religioso, Bohórquez traba amistad con varios chicos que se resentían a la dogmática enseñanza católica que allí se impartía, y ese grupo de jovencísimos disidentes se encaminó con el tiempo hacia el compromiso político con las izquierdas. En su libro autobiográfico España en la memoria (Salamanca, 1988) nuestro personaje nos cuenta divertidas anécdotas, como la de que accedieron a leer a una Biblia protestante que estaba en la Biblioteca Municipal con una autorización firmada por sus padres, o que frecuentaban el Casino Jerezano con su liberal profesor de Literatura y su novia, lo que suponía un escándalo en la época, pues las mujeres sólo podían ir a misa.
Entre sus amigos menciona a un tal Pepe, que era hijo de uno de los alcaldes republicanos de Jerez (no dice quién) y lo etiqueta como “de tendencias anarcosindicalistas”).
En los años de la II República alterna el ejercicio de la abogacía con la militancia en organizaciones de izquierdas: primero en la Juventud Republicana, y más tarde en las JSU (Juventud Socialista Unificada). En la Guerra Civil ostenta cargos importantes en el Partido Comunista y en sus Juventudes, y en septiembre de 1938 es nombrado abogado fiscal en la Audiencia de Alicante (Gaceta de la República.— Núm. 269, 26-9-1938).
Al término de la Guerra, en marzo de 1939, embarcó hacia el exilio en el famoso buque Stanbrook, el 28 de marzo, con su mujer, Asunción, y sus dos hijas. Pero su llegada a Orán (Argelia) le deparó, como a miles de exiliados españoles, un destino amargo: trabajar en los campos de concentración como el de Colomb Béchar (en la construcción del ferrocarril Transahariano) y en las minas de Kenadza.
Es probable que en los registros de los funcionarios del régimen de Vichy se cambiara, por error fonético, el apellido Bohórquez por “Bohorques”, que le acompañó el resto de su vida. Abandonó el PCE a fines de 1939, decepcionado por el Pacto Germano – Soviético. Tras la liberación del Norte de África, en 1943, vivió en Medea (Argelia) hasta 1962 donde colaboró con el FLN (Frente de Liberación Nacional) y el nuevo gobierno argelino tras la independencia hasta 1968, en que se trasladó a París. Murió en 1997.
Sánchez Bohórquez no sólo tuvo una vida política agitada, sino que parece que también tuvo sus incursiones literarias, aunque no tenemos apenas referencias de esta faceta. Muy joven, se carteó con Miguel de Unamuno, y profesó sus ideas filosóficas durante toda su vida. Aparece también como firmante de un manifiesto, en marzo de 1936, contra la represión norteamericana en Puerto Rico: “Los escritores y artistas españoles piden la libertad de Prestes, y protestan contra la represión yanqui en Puerto Rico” (Mundo Obrero, 31 de Marzo de 1936, página 6). Figura su firma junto a Rafael Alberti, García Lorca, Ramón J. Sénder, Luis Cernuda, etc.
Esta es la historia, pues, de un jerezano olvidado en su ciudad natal, que no dudó en tomar partido por esa República de trabajadores pese a su origen burgués.