Sacar un 10 es de mediocres

Con este buenismo injustificado, no se le ha facilitado el acceso universitario a nadie, como algunos pensaron, sino todo lo contrario: se le ha construido un tapón insalvable a la inmensa mayoría

Álvaro Romero Bernal.

Álvaro Romero Bernal es periodista con 25 años de experiencia, doctor en Periodismo por la Universidad de Sevilla, escritor y profesor de Literatura. Ha sido una de las firmas destacadas, como columnista y reportero de 'El Correo de Andalucía' después de pasar por las principales cabeceras de Publicaciones del Sur. Escritor de una decena de libros de todos los géneros, entre los que destaca su ensayo dedicado a Joaquín Romero Murube, ha destacado en la novela, después de que quedara finalista del III Premio Vuela la Cometa con El resplandor de las mariposas (Ediciones en Huida, 2018). 

Varios estudiantes se examinan de la PEvAU, Prueba de Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad.
Varios estudiantes se examinan de la PEvAU, Prueba de Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad. JUAN CARLOS TORO

Iba a titular esta columna “Inflación en el acceso universitario”, pero creo que tampoco miento con el título que me ha terminado convenciendo más. El asunto de fondo es el mismo: el juego educativo y la infantilización a todos los niveles, especialmente desde que nos tomamos el drama de la pandemia por el covid como una tragedia perpetua, ha terminado enfangando la educación pública hasta tal extremo que el acceso a cualquier carrera universitaria se ha puesto por las nubes. Hoy han salido las notas de corte, y da igual que sea Ingeniería Informática que el doble grado de Filología Clásica y Filología Hispánica, Educación Infantil y Educación Primaria que Medicina. Para todo hace falta un 13 y pico. De hecho, casi una veintena de grados necesitan una nota de casi 14 en la Universidad de Sevilla para que al estudiante aspirante le den siquiera los buenos días. 

La escalada de este precio para acceder a las carreras universitarias parece una consecuencia más del mercado inflacionista al que estamos acostumbrados, pero contiene razones más profundas y preocupantes que atañen al sentido mismo de la educación, al valor del esfuerzo y a su medida. Hoy sacar un 10 es de mediocres, y no solamente porque esa nota, en el cómputo sobre 14 como máximo suponga comparativamente el 6 de toda la vida, sino porque esa nueva pedagogía especializada en evitarles presuntos traumas a los estudiantes se ha empeñado en hacerles creer que se saca un 5 por pasear los libros y un 10 por hacer lo mínimo a lo que cualquier estudiante está obligado. No hablo de las notas de corte, sino de la vida académica cotidiana. En los institutos, en las clases universitarias y en cualquier proyecto fin de grado. Esta laxa valoración numérica tiene que ver, en el fondo, con la falta de tasación objetiva en cualquier trabajo académico desde la Primaria, con la persecución disimulada contra la verdadera excelencia y con el mismo da que da lo mismo por el que, como se hacía en los concursos infantiles, todo el mundo gana y además gana lo mismo, pues se evita por todos los medios que nadie pierda, que nadie se caiga y se levante, que nadie repita, que nadie aprenda por el viejo método de ensayo y error, que nadie se incomode porque se le recuerde que, simplemente, no se ha esforzado lo suficiente o que no ha discurrido por los cauces adecuados para llegar a los objetivos propuestos. 

Desde 2020, año en el que justificadamente se facilitaron hasta lo impensable las pruebas de Selectividad, ahora PEvAU, se han seguido facilitando injustificadamente, con exámenes que son, en algunos casos, una auténtica vergüenza digna de meme, una auténtica chapuza de la previsión por la que cualquier alumno aprueba o incluso saca una nota decente con lo puesto, con el folio que le han dicho que se tiene que estudiar de corrido. De modo que –al margen de la inflación de notas de los centros que ya venían practicando tan deshonesta costumbre- no extraña que las notas generales hayan subido como la espuma y que las notas de corte estén donde están. 

Con este buenismo injustificado, no se le ha facilitado el acceso universitario a nadie, como algunos pensaron, sino todo lo contrario: se le ha construido un tapón insalvable a la inmensa mayoría. Y hay que recordar una obviedad para la que no hace falta sino reflexionar mínimamente con las luces largas hacia atrás: también está haciendo mucho daño toda es pantomima de las graduaciones de la muchachada desde que sale de la guardería, toda esa americanada de celebrar extremadamente hitos que no son extremos, sino eslabones absolutamente corrientes por los que el alumnado está obligado a ir pasando. Pero no hay nadie que quiere recordarle a nadie sus obligaciones porque siempre venden más las celebraciones. Aunque sean absurdas.

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