"¡Felices Pascuas!", como se decía cuando yo era niño. Recuerdo el felicitar las Pascuas tanto como el felicitar la Navidad, pero pascuas se decía más en Belmez que en Córdoba; los dos sitios en los que transcurrieron mis navidades de niño, un año con los abuelos del pueblo y otro con los de la capital, hasta que se fueron y ya todas se celebran en Córdoba.
Recuerdo las navidades como un tiempo muy feliz, incluyendo el adviento; que para mí era el montaje del Belén, para el que cada año mi padre preparaba construcciones nuevas. Y es que el Belén de casa era más que un nacimiento, teníamos sitio y aquello era todo un homenaje a la aldea de Belén, a como imaginábamos en casa ese pueblito de hace dos mil años. Entonces vivíamos en el campo, en Puente Nuevo, un poblado laboral que hoy está abandonado. En esos días fui aprendiendo a diferenciar las plantas que mis mayores ponían de fondo en el Belén: romero, lentisco, rusco, mirto… Hoy dicen que si te pillan cogiendo musgo te multan. Luego estaban los animales, cuantos más mejor, sobre todo ovejas; porque los pastores, junto con la Sagrada Familia y los Reyes Magos eran los protagonistas.
Una mañana de Navidad, el mismo día 25 por la mañana, cuando ya estudiaba Veterinaria, me di un paseo por el campo y encontré a un pastor con sus ovejas. Aquel encuentro me pareció algo venerable. Allí estaba aquel señor apacentando a sus ovejas, con la niebla y el frío, trabajando un día de fiesta, sin descanso porque sus ovejas eran lo importante. Aquel hombre estaba contento, me felicitó las Pascuas y charlamos un rato, sentía el orgullo de ser pastor, como los primeros que tuvieron la dicha de adorar al Niño Jesús. ¡Qué cosa más grande debió ser aquella anunciación a los pastores! Ese encuentro me dio mucho que pensar. Además, habíamos cenado cordero, que era la tradición de mis abuelos y lo volveríamos a comer al mediodía.
Entonces no nos traían a los niños a la ciudad a ver las luces, ese dispendio absurdo por el que compiten bastantes capitales; a ver cuáles más aparatosas, más horteras y con la música a más volumen; con canciones importadas, en inglés, porque así la fiesta es más global y todavía es de agradecer que todavía no pongan reguetón. Que lejos queda todo eso de las Zambombas, con sus villancicos, que se acompañaban del aguinaldo. Ni siquiera este año con los precios con máximos históricos de la electricidad se han contenido en la luminotecnia.
Tenemos a los críos desnortados entre los miles de canales de televisión, con Disney Channel a la cabeza, las plataformas de pago, las redes sociales y los videojuegos. Aguinaldo ya no piden los críos y creo que la mayoría ya no sabe ni un solo villancico completo. Ahora hay unos pocos de anuncios que les dicen que “los niños somos elfos”; y tocará vestirlos de eso, con sus orejas de soplillo y puntiagudas, igual que para Todos los Santos se visten de zombis. Cuando yo era niño nos vestíamos de pastores y creo sinceramente que ese era un bonito homenaje a nuestro mundo rural, a ese oficio milenario que vertebró la Península Ibérica con los pastores trashumantes.
Mi abuelo materno, el de Córdoba, era espartero y lo recuerdo haciendo redes para los borregos, para los sorianos. Anoté las medidas de los distintos tipos de red, porque no eran todas iguales, y conservo la última que hizo, que era para mí, porque estudiaba veterinaria y tenía que saber lo que era un redil.
Estudiando la carrera descubrí el funcionamiento de la dehesa, sus rotaciones con el desmonte y los piconeros, el redileo, la trashumancia y me quedé tan maravillado del buen hacer de los ganaderos que ya me quedé enganchado a ese mundo para siempre. Mi hija tuvo un libro texto que tocando el tema de pasada decía que dehesa había en Salamanca y Extremadura. Pero ella salió en defensa de nuestro territorio y aclaró a toda su clase, que dehesa había en la mitad norte de la provincia de Córdoba, en Los Pedroches, en el Valle del Guadiato… y a la pregunta del profesor de que ella qué sabía de eso, le respondió que su padre estaba todo el día hablando de lo buena que era la dehesa y que bastaba con darse una vuelta por Córdoba para ver que había dehesa por todas partes. Durante el confinamiento de marzo del 2020 por el día del padre me regaló unos dibujos explicando qué es la dehesa y no puedo estar más orgulloso de ese bonito regalo.
Ya les valdría escuchar un poco a mi hija a algunos de los que deciden y que nos han preparado la enésima PAC injusta para la dehesa, volviendo a descontar la superficie que ocupa el árbol con ese CAP (coeficiente de admisibilidad de los pastos) tan injusto como falto de verdad. No sé si esos que deciden se mueven por otros intereses, no quieren cambiar nada o simplemente están desnortados e ignoran el daño que le están haciendo al campo. Algunos es probable que sepan tanto de campo como los niños que sólo saben lo del día ese que en el colegio van a la granja escuela a acariciar animalitos.
Esos que deciden también son responsables de que no hay una distinción entre ganadería intensiva y extensiva; y a la segunda nos la estamos cargando. Esa que fue la principal riqueza económica de nuestro país, una ganadería que, más allá del hecho de productivo, cubre demandas de la sociedad al actuar como herramienta de conservación del paisaje, del medio ambiente, luchando contra el fuego y contra el cambio climático; y que por eso beneficia a toda la sociedad, consuma o no sus productos. Porque en mi equipo de la universidad hemos estudiado que en la producción de una canal de 11 kg cordero ternasco procedente de la dehesa se fijan unos 440 kg de CO2 equivalente; mientras que cuando arde una hectárea de bosque mediterráneo se liberan unas 30 toneladas de CO2 equivalente. Así que para compensar las emisiones por el incendio de una hectárea abandonada habría que producir unos 68 corderos ternascos en la dehesa. Eso no lo cuentan los que acusan a la ganadería de cargarse el planeta.
Con seguridad la presencia de los pastores en Belén no fue casual y fue una forma de reconocer tan noble oficio. Enseñemos eso a los niños y pensemos en mostrarles una vida más sencilla, con más valores y menos consumo desbordado; al menos durante estas fechas que conmemoran el nacimiento de un Niño que vino al mundo pobre para enseñarnos a ser más humanos y a tratarnos como hermanos. Y pienso de nuevo en los pastores cuando repito ¡Felices Pascuas! ¡Feliz Navidad!