Desde siempre guardo un profundo respeto y admiración hacia las cosas inspiradoras, a las actividades que trasmiten cultura, patrimonio y tradiciones. A las celebraciones que muestran con sinceridad las cosas del pasado, para apreciar mejor el presente y soñar con un esperanzador futuro.
Os hablo de La Molienda de Riogordo, “un encuentro de cultura, patrimonio y mediterraneidad en torno a la aceituna verdial, la joya oleícola de la Axarquía malagueña. Todo, en un marco muy especial, Riogordo y su Museo Etnográfico Municipal”.
Todo un tinglao cultural que surge en 2012 tras una conversación entre dos amigos, un curso de oleoturismo y una gran carga emocional que derivó en un proyecto, en una ilusión, en volver a poner en funcionamiento la antigua almazara (S.XVII) del Museo Etnográfico de Riogordo; en definitiva, en dar un paso hacia delante en pro de la difusión de la ancestral cultura del aceite de oliva. Un Museo hecho realidad años antes por Enrique Godínez Luque y su esposa, Josefa Sánchez Bermúdez. Un templo donde se venera la trilogía mediterránea (pan, vino y aceite) y donde el oro líquido de Homero ha querido vestirse de fiesta en un acontecimiento único y diferenciador donde cultura, patrimonio, tradiciones, emociones y aromas a aceituna verdial quedan retratados para la posteridad, para comprender mejor el futuro con los recuerdos del pasado.
La Molienda de Riogordo sirve para reconocer el trabajo y dar protagonismo a las personas que, a lo largo de la historia, desde el olivar y las almazaras han posibilitado el nacimiento anual del alimento vertebrador de la dieta mediterránea. Tiempos de dura infancia, curiosos ingenios, picaresca humana y de escasez de recursos alimentarios, pero a la vez, épocas de identidad mediterránea y actividad física importante.
La Molienda de Riogordo enriquece la vida, las conciencias y el día a día de las personas en torno a la cultura y el patrimonio del aceite verdial. El intenso y variado programa de actividades se sucede a lo largo del fin de semana antes del Día de Andalucía, donde no faltan las propuestas gastronómicas y culturales, a través de conferencias, catas, degustaciones, visitas guiadas al olivar y a la cooperativa, actividades deportivas, demostraciones de artesanía, recital de poesías, plantaciones de olivos, concurso de lanzamiento de huesos de aceituna o de partir aceitunas, exposiciones, cantes y bailes populares, reconocimientos, etc.; y todo, teniendo como actividad principal, la puesta en funcionamiento del antiguo molino de sangre y prensa de palanca donde rezuma espontáneamente toda una "convivencia" en torno a la cultura y el patrimonio de la joya oleícola de La Axarquía Malagueña, la Verdial.
Desde aquí, agradecer a todas las personas e instituciones (Ayuntamiento de Riogordo, Museo Etnográfico, Cooperativa Agro-Olvarera de Riogrodo y a la asociación Oleraum, Cultura y Patrimonio del Aceite) que, con su esfuerzo y compromiso, hacen posible este tributo cultural en torno a nuestra mediterraneidad.
Durante la XII Edición de La Molienda de Riogordo, celebrada recientemente, hemos tenido grandes conferenciantes como José María Penco Valenzuela, director de AEMO (Asociación Española de Municipios del Olivo), Francisca García González, socia de Olearum y Jefa de Panel de Cata de la D.O.P Priego de Córdoba o Francisco Casero Rodríguez, presidente de la Fundación Savia, una entidad sin ánimo de lucro defensora de los valores en el entorno rural, promoviendo y cooperando en su desarrollo social, económico, patrimonial, paisajístico y cultural.
Un paseo con Paco Casero por los Pirineos del Sur, como llaman por aquí a esta sorpresiva comarca de La Axarquía, donde conviven algunos de los seres vivos más longevos de la provincia, despertó su admiración e infinito respeto. Olivos de formas inverosímiles, verdaderas esculturas vivas de madera que resisten al paso del tiempo y que cada año, fieles a su cita, siguen aportando su cosecha de aceitunas verdiales, un compromiso saludable con la humanidad.
Estos seres vivos garantes de cultura y patrimonio, merecen continuar viviendo allí donde nacieron. Unos rincones mágicos donde las sabias manos de sus moradores, supieron injertar los pies de los acebuches para convertirlos en seres de paz, victoria y armonía. Paz sostenible, victoria en calidades y armonía paisajística. Eso sí, nos preocupa el relevo generacional, nos preocupan los futuros mimadores de estas catedrales arbóreas garantes de vida. Paco Lorenzo y Paco Casero, junto a otros socios de Olearum bien que disfrutaron pisando el terreno, acariciando sus vetustos troncos y valorando la calidad final de sus AOVEs.
Estimado Paco Casero, tu cara, tu sonrisa y tus penetrantes reflexiones, te delataron. Te has enamorado de los olivos verdiales axárquicos, luchemos por hacerlos inmortales y porque sus efímeros propietarios sigan recolectando dignamente sus frutos.