El patrimonio y su importancia rural: valor, defensa y permanencia

Se deben buscar soluciones creativas, pues debe existir siempre una relación de beneficio entre el patrimonio, que es escogido a conciencia como el que  debe ser protegido, y la población, entrando aquí de primera mano la educación

El Castillo de Jorge Bonsor, en imágenes

Siempre que hablamos del concepto de patrimonio se nos vienen a la cabeza dos tipos; el patrimonio monumental y el inmaterial; ambos caracterizados por ser fieles ejemplos que  representan a una cultura, a un pueblo, una sociedad, un pensamiento, un sentimiento específico que  lo rodea de una aura verdaderamente peculiar. No obstante, tenemos que remontarnos al pasado, en especial a 1972, año en el que se realizó la Convención de París por la Unesco, en donde se  introdujeron por primera vez dos conceptos fundamentales en cuanto a lo que entendemos por  patrimonio; uno, la identificación del patrimonio cultural y natural, y dos; la concepción del  patrimonio histórico-artístico, no como una creación individual de una persona, sino como de una  nación, un pueblo, o una ciudad, que identifican al patrimonio como un elemento que es propiedad  de todos los seres humanos, por lo que su conservación depende de la responsabilidad colectiva, de  todos nosotros.  

Tampoco podemos olvidar la Convención para la Salvaguardia del patrimonio inmaterial realizado  en Paris en el 2003, que establecerían los refuerzos de la recomendación dada por la Unesco en  1989, en post de ese patrimonio intangible; así como la Convención del Faro, promocionado por el  Consejo de Europa en 2005, quien puso en valor el patrimonio social, aquel que se está perdiendo  actualmente de forma exacerbada, donde aludían a su importantísima función sobre el ciudadano,  pues este lo protegía y además le proporcionaba disfrute.  

No obstante, todas estas convenciones, consejos etc, han hecho mella en la concepción del  patrimonio, en especial de las ciudades, pero, ¿y los pueblos? ¿Se ha incidido de igual forma? Será  con esta pregunta con la que veamos el patrimonio local, pues como bien comenta Llorenç Prats, no es lo mismo el patrimonio local, que el localizado, pues el localizado es aquel cuyo interés  transciende su ubicación, siendo capaz de ser receptora de turistas, mientras que el local suele hacer  referencia a todas aquellas poblaciones que, como medio para hacerse diferenciar en cuanto a lo cultural, o incluso, proteger sus raíces de la temerosa despoblación y en cierto modo globalización,  toman actos, elementos culturales, por lo general patrimonio inmaterial como seña de identidad para  poder afrontar ciertos problemas de nuestro pavoroso siglo XXI.  

En definitiva, se toma al patrimonio en toda su amplitud, del mismo modo que se tomaron a los  héroes nacionales del siglo XIX; para ser señas de identidad. Siempre que hay una seña de identidad, hay una defensa, pero ante todo, hay un interés focalizado en la pervivencia, la protección, conservación, consideración. Y es que el patrimonio no entiende de culturas, de  sociedades ni mucho menos, de grupos poblacionales, aunque parezca una contradicción, pues bien  acostumbrados estamos los “paisanos” de escuchar sobre la constante defensa del patrimonio de las ciudades, consideradas como focos culturales y económicos, pero poca defensa del patrimonio  ubicado en los pueblos. Esto genera un desarraigo cultural que viene desarrollado por un desinterés  general, no solo institucional, sino académico y poblacional, quienes ven estos últimos de primera  mano cómo todas sus costumbres van perdiéndose por el desinterés de los más jóvenes ante la  indiferencia y la nula valorización de lo que tienen entre sus manos.  

Ante esta visión, arrolladora y deplorable, se le debe buscar soluciones creativas, pues, debe existir  siempre una relación de beneficio entre el patrimonio, que es escogido a conciencia como el que  debe ser protegido, y la población, entrando aquí de primera mano la educación. Cómo siempre se  ha escuchado: ¿y para qué me sirve a mi estudiar historia si voy para ciencias?, ¿para qué sirve  filosofía?, “letrasado”, “no me interesan ver un par de rocas mal puestas”, “no voy a la Misa de la  calle que es de catetos y además no soy creyente”, donde, a causa de la primacía de la  mercantilización y la constante búsqueda de beneficio, siempre se deja de lado al patrimonio por ser  inservible para nuestras vidas actuales.  

William Morris, famoso teórico y defensor inglés de las artesanías, entendía que toda persona, aún  siendo un obrero, debía desarrollar cultura, por lo que él empleaba el dibujo para que todas las  persona de bajos estudios aprendiesen, fuesen críticos, tuviesen gustos y sobre todo, valorasen lo  que tenían en su momento. Con nuestro caso, encontramos el turismo, claro ejemplo para potenciar,  destacar y generar capital para financiar y proteger el patrimonio que el pueblo ha elegido proteger  dependiendo de los intereses que se tengan. Así mismo, esta conciencia no se genera sola, y aquí  entran las instituciones, las asociaciones culturales, las cuales, desde su perspectiva desinteresada,  deben buscar defender y hacer notar el patrimonio, por muy mínimo que sea.  

Del mismo modo, si se quiere que la población más joven tome conciencia de lo que tiene, se debe  lograr a través de lo que más consumen; la digitalización, las redes sociales, entre las cuales TikTok,  han servido de medio para una cantidad ingente de Influencers que hacen destacar, dar a conocer,  desde una perspectiva modernizada, amena e influyente, permitiendo que haya mas población joven que tome conciencia de lo que tienen y puedan así valorar la tradición y su importancia para no perdernos en el constante y pavoroso presente.