De segundas

Estas ocasiones llenan de energía el motor del día a día, y la inercia de lo bien que lo has pasado te desliza por la semana siguiente con las ganas que deja un buen recuerdo

Reyes Bautista.

Profesora de Secundaria y Bachillerato, licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Sevilla. Programa Experto en Coaching Profesional con Liderazgo e Inteligencia Emocional por Alientacoaching Internacional. Formación con Pepa Bermúdez en Coaching Transpersonal (niveles básico y avanzado). A pesar de escribir desde siempre, el primero de los tres cursos de Escritura Intimista que realicé con Rocío de Juan supuso un punto de inflexión en mi forma de entender la Literatura, pues empecé a ser sensible a la belleza de lo cotidiano y a traducirla en palabras. Hoy en día no concibo escribir de lo pequeño sin lo sublime, inspirándome en tantas historias propias y ajenas, sobre todo de jóvenes que pasan cada año por las aulas donde trabajo y en donde, por supuesto, me siento alumna.

Una pareja paseando bajo la lluvia entre los palcos de plaza Aladro
Una pareja paseando bajo la lluvia entre los palcos de plaza Aladro

Puede que te suene: sales del trabajo a tomarte una cerveza con los compañeros y cuando te quieres dar cuenta estás volviendo a casa y son las tantas de la madrugada. Entre esos dos momentos las cervezas que te has tomado son múltiplo de dos, han caído además un par de cafés y/o copas,  has entrado en algunos bares que no conocías y has estado en una preboda del amigo de un amigo. Has conocido a personas que te han resultado interesantes y te has reído como no lo hacías en meses.

Estas ocasiones llenan de energía el motor del día a día, y la inercia de lo bien que lo has pasado te desliza por la semana siguiente con las ganas que deja un buen recuerdo. Si tienes suerte, quedará una especie de eco de lo sentido, y puede que alguna situación te dé carrete para sacar una lección de vida que incluso podrás transformar en texto.

Esa lección llegó en forma de grupo de amigos celebrando la ya mencionada preboda. Como concepto no terminaba de entenderlo demasiado bien, porque mi experiencia antes de mi boda fue una suerte de cosas que hacer corriendo, y desde luego no invité a mis amigos para celebrar que al día siguiente volveríamos a celebrar el amor. El verbo celebrar es la clave en esta historia. El día antes de mi boda yo no hubiera podido darle sentido, no cabían minutos extras ese día y además llevaba el pelo recogido con bigudíes para que su lacio natural pasara a rizado artificial. Pero puedo asegurar que hoy por hoy no solo lo entiendo, sino que además lo aplaudo.

Los afortunados novio y novia se casaban en segundas nupcias después de haber convivido varios años, hasta aquí la información biográfica recogida. La que pude sacar de lo que percibí fue que estaban enamorados, se besaban y se mostraban relajados y felices, como los amigos y familiares que los rodeaban. Reían, invitaban, abrazaban y varios verbos más relacionados con la alegría.

Reconozco que sentí un pinchacito de envidia, a pesar de tener mis reservas. Si alguien estuviera mirando la escena desde fuera habría podido percibir en mí una cara ambivalente, una mueca de “no termino de entender la situación” pero cierto brillo de admiración en los ojos.

Porque creo, basándome en mi propia experiencia, que es difícil luchar contra todo lo que has entendido que es bueno, esas ideas de éxito social a la que aspiramos en mayor o menor medida: piso en la playa, casa propia, pareja estable de mil años, salidas a buenos restaurantes de vez en cuando y reloj de alguna marca de cierto prestigio. Y boda, boda también, con todos los perejiles posibles.

En el corrillo de amigos en el que estaba, algunas voces defendían la idea de casarse por segunda vez como una hazaña bonita y lógica; para otros, todo se reducía a tropezar dos veces con la misma piedra, pero con tiritas y Betadine en la mochila. Yo preferí estar calladita y escuchar, todo tenía sentido dentro de esa bodeguita en la que estábamos, y a pesar de que de forma natural mi mente se negaba a imaginarme en una preboda disfrutada, el vestido rojo de la futura esposa volaba entre los invitados como agua en un río de felicidad. 

Y ahora que escribo esto he llegado a la conclusión de que a veces las segundas veces pueden ser las primeras. Eres una persona nueva que toma el relevo, y  lo eres más que nunca porque eres más consciente, y a veces mucho más tú. Todo es nuevo porque es más completo, aunque el pasado aparezca en forma de ráfagas intentando enseñarte una lección que ya has aprendido.  Y como te la sabes, vives con la confianza de recordar el camino para no perderte, y si te pierdes darás un par de vueltas y te reincorporarás. 

Así que vivan las primeras, segundas, terceras veces y así hasta el infinito. Y vivan los viernes de charlas interminables con amigos viejos y nuevos.  Y el vestido rojo de una novia ilusionada. Y el abrazo del amigo que se casa que te siente hermano. Y todo lo que sea ilusión y ganas.

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