El seny implica movimiento; requiere avanzar hacia una meta o un destino poniendo en alerta los sentidos.
La palabra catalana seny procede del latín sensus, derivado del verbo sentire, “sentir”. Este verbo significaba originalmente “encontrar su camino”, proveniente de la raíz protoindoeuropea *sent- "ir(se)”, “marchar(se)”, “viajar”.
Así, el seny alude etimológicamente no tanto a nuestra facultad de percibir, como a una determinada manera de entender más allá de la mente, guiándonos por nuestros sentidos mientras recorremos una senda. Es ese conocimiento que resulta de una justa percepción del entorno, asegurando la necesaria cautela al caminante. Se opone por tanto al saber que se obtiene únicamente a través de la razón o del pensamiento abstracto.
El seny implica movimiento; requiere avanzar hacia una meta o un destino poniendo en alerta los sentidos con el fin de poder valorar con precisión la información que nos aportan los impulsos, la intuición, la curiosidad, los deseos, los miedos, el amor y la ambición.
Dicho esto, es importante saber que, cuando pedimos a alguien “recuperar el seny” -como hacen estos días muchos políticos, empresarios y personalidades públicas nacionales a los catalanes independentistas- en realidad no lo estamos invitando a detener sus pasos, siguiendo los dictados de la razón, sino al contrario a reencontrar su camino, a seguir andando, eso sí con la prudencia que recomiendan los cinco sentidos, pero también con la tozudez del burro, más atento a su propia voluntad que a las órdenes del amo.