Sin darnos cuenta septiembre nos llega en tromba, con prisa y ganas. Significa, para todos los que no somos nosotros, comienzo de clases, estrenos en televisión, novedades literarias. Cádiz hace de septiembre algo más, su punto de inflexión y revolución, el huracán que saca a la gente de sus casas cuando llega la noche. La mano para extirparlos del sofá, despegarlos de Netflix.
Septiembre es anestesia, amnesia, analgésico. Una enfermedad mal curada. Es septiembre un peldaño más en esta nuestra singularidad. Para entender nuestra cultura hay que empezar por septiembre, lo que significa, lo que ofrece, lo que se cuece, vivir el pasodoble de presentación, esa copla solitaria e inédita, escuchar, vibrar, sentirlo extraño y saber que lo sentirás tuyo poco a poco, nota a nota, hasta acabar respirándolo, sangrándolo, maldiciéndolo.
Septiembre es el niño ilusionado dentro, un viejo que viene de vuelta, un secreto por fin compartido, un nombre, una idea, un tipo. Septiembre es la voz verde, el papel en blanco, reunión de banda, terrazas y cafés, encontrar local, el guitarra que te falta, presionar los resortes de una nueva historia.
Septiembre es mes de juicio volado donde lo nuevo te parece maravilloso, distinto y esta vez sí que sí. Septiembre es ánimo de revalidar, resarcirse, superar expectativas, crear un camino, disfrutar las próximas vistas. Septiembre es murmullo y engaño y doble sentido y no te lo puedo decir, el mundo de la conspiración, proteger la magia.
Septiembre es mirar desde arriba al mundo mientras te encierras durante horas en un cuarto con humedad, desconchones y sin ventilación. Septiembre es ensayar con chanclas. Septiembre son sudores, dar salida a la grieta en la garganta, la tortilla fría esperándote en casa mientras los demás duermen y tú sueñas. Septiembre es creerte invencible, arrimar el hombro, hacer una segunda familia con permiso de tu pareja e hijos y amigos, que a veces no entienden y no es para menos esa locura tuya que los envuelve y a veces aleja para bien de Cádiz y el resto del mundo y la humanidad.
Septiembre es un pozo vacío, nubes blancas, la tormenta solo en el horizonte de un concurso que a ratos amarás, a ratos odiarás. Pero hoy todo es perfecto. Septiembre es el primer mordisco. Cuando el bicho inyecta su veneno de carnaval de verdad y por primera vez. Adrenalina para cuatro meses para soportar la hipoteca de tu tiempo, la vida paralela, la vida que te pierdes fuera, la otra vida, el misterio de la clasificación final.
San Septiembre de la copla nueva, es nuestro, muy nuestro, clave para entenderlo todo, la liturgia de luego y la de antes. Fundamento y sagrado. Porque es septiembre padre de febrero.