Francisco Igea, presidente de Castilla y León.
Francisco Igea, presidente de Castilla y León.

El pasado día 20 en comparecencia ante la prensa, el vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea, pronunció una de esas frases memorables, que además sintetiza todo lo ocurrido en estos 17 meses de pandemia. “Sí, somos idiotas," aseguró con contundencia Igea, comentario acertado ante el que muchos nos sentimos absolutamente identificados. Quizás le faltó añadir un pequeño matiz a continuación; unos más que otros, pero en términos generales acertó plenamente.

Hemos sido, somos y posiblemente lo sigamos siendo, todos y todas, la sociedad en general, con mayor acento entre la juventud, los dirigentes, todos, estatales y autonómicos, locales, hasta los jueces, e incluso la Iglesia, en este caso con un clamoroso silencio cómplice. Somos idiotas (cortos de entendimiento según la RAE) por cometer una y otra vez los mismos errores sin enmienda alguna, siempre con la advertencia previa de todos los expertos, sanitarios, científicos y virólogos, que cada ola nos iba diciendo lo que previsiblemente iba a ocurrir.

Lamentablemente han acertado y así llevamos ya cinco, dejando un reguero de ingresos, UCI, fallecidos y lo que es más grave, deterioro de nuestra economía. Porque lo que nuestros sesudos dirigentes nos decían era que lo peor había pasado y debían relejar las medidas para lograr  la recuperación económica. Pero por sus errores ahora estamos mucho peor en lo sanitario y también en lo económico. Chapó señores y señoras, son ustedes unos verdaderos cracs.

El último error fue cometido por un presidente del Gobierno, al que he apoyado sin fisuras desde las primarias del PSOE, pero que ha acabado sumido en el “síndrome de la torre de marfil” que provoca el poder. Pedro Sánchez al suprimir el estado de alarma aseguró con tono contundente que lo hacía falta porque las comunidades autónomas ya tenían instrumentos suficientes con los que parar la quinta ola.

Se equivocó, porque ignoró que tenemos una sociedad líquida, con sectores importantes, especialmente de la juventud, insensatos e insolidarios, más una justicia que en esto de la Covid-19 no ha estado a la altura de las circunstancias, yendo según los diferentes lugares del blanco al negro sin ningún pudor. A un dirigente político de altura se le debiera exigir que tenga en cuenta todas las premisas, a la hora de tomar una decisión tan importante como levantar el estado de alarma. Que conozca la sociedad que le toca dirigir y en este caso proteger. Sánchez no lo hizo y ahora estamos en una situación aún más difícil.

Tampoco la mayoría de los dirigentes autonómicos lo han hecho. Con excepciones puntuales como Ximo Puig, Fernández Mañueco o Armengol, el resto han cometido los mismos errores de forma sistemática. En Navarra por ejemplo, levantar las medidas de restricción en vísperas de los malditos “no sanfermines” nos ha costado muy caro.

Después, desbordada por la situación, María Chivite no ha dado ni una a derechas. ¿Cómo es posible que sabiendo por la anterior vez que el TSJN le tumbó las medidas, no haya sido capaz de elaborarlas siguiendo los criterios que le recomendó? Pues no, ha vuelto a meter la pata y así ahora la consejera de salud Santos Induráin, totalmente aturdida y sobrepasada por los acontecimientos, aseguraba que “la situación en la sanidad era preocupante”, cuando apenas unos días antes la Presidenta decía que “esta ola estaba teniendo una menor repercusión que las anteriores”. Un despropósito.

Pero como para evitar el ataque de la derecha, los que apoyamos a los Gobiernos de la izquierda debemos callar, pues muchos callan. Menos el que firma este artículo. Tampoco una parte importante de los medios de comunicación se libran de esta epidemia de idiotez, ayudando al desvarío con titulares equivocados ansiosos de una normalidad que aún tardará tiempo en llegar.

Sí, somos idiotas como decía Igea, idiotas redomados. Los jóvenes que ignorando el peligro que corren y hacen correr a los demás con actitudes irresponsables lo son, también los dirigentes que haciendo oídos sordos a los expertos toman decisiones que saben equivocadas, los jueces que no contemplan las consecuencias de sus resoluciones también, en este caso “supuestamente” idiotas, incluso la Iglesia con su escandaloso silencio acaba siéndolo.

Quizás también lo sean incluso aquellos que callan a pesar de opinar lo mismo que se señala en esta reflexión. Mientras, el virus feliz campa a sus anchas por una España repleta de idiotas, que favorecen su trabajo y su expansión. Que en esta ocasión y debido a esa idiotez colectiva, al ser tan brutal está poniendo en peligro la eficacia de la vacunación. En Navarra sólo en una semana casi 400 personas vacunadas con las dos dosis se han infectado y varias teniendo que ser ingresadas en el hospital.

Malos tiempos para la lírica. Caen chuzos de punta pero esperemos que escampe y la razón, la lucidez, la sensatez vuelva a todos ellos. Aunque quizás para entonces todos y todas estemos calvas. Veremos…

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