El 4D ha muerto. Y al 28F le quedan dos telediarios de la tve1. El futuro gobierno de Andalucía se negocia en Madrid. Por primera vez las opciones de derechas suman mayoría absoluta. Mayoría absoluta de negacionistas de la propia Andalucía. Mayoría absoluta de quienes creen que al sur de Despeñaperros todo es Castilla; que la sanidad y la educación de las niñas y niños andaluces deben gestionarse desde Madrid; que las mujeres son malas y peligrosas, mejor encerradas en casa; que las personas mayores son una carga por su fastidiosa manía de sobrevivir; que los gays, lesbianas y personas trans deben desaparecer de la sociedad...
Para alcanzar la mayoría absoluta en el Parlamento andaluz, la derecha suma a quienes quieren suprimir el Parlamento andaluz. La hidra tiene tres cabezas pero el cuerpo es el mismo para las tres. Tres grupos de la derecha española, centralista y nacionalcatólica. Uno de la izquierda andaluza y en tierra de nadie, más desorientado que nunca, el PSOE-A que ha perdido las elecciones, incluso habiendo quedado el primero en escaños.Ese es el panorama después de la jornada electoral. Este es el punto de partida y de ahí tiene que salir un gobierno andaluz. Tiempos oscuros. Tiempos inciertos se avecinan.
Quien ha visto y quién viera a este PSOE andaluz ni sombra de lo que fue. Entre el felipismo y el susanismo hay un largo trayecto de casi 40 años, un camino en el que el socialismo y la política se han ido aligerando en Andalucía hasta perder toda su consistencia. El socialismo andaluz se fue diluyendo poco después del triunfo de González en las generales en el 82. Históricamente, el PSOE siempre ha tenido vocación centralista y Andalucía sólo era la mejor plataforma para acceder a la Moncloa. Por eso, en vez de profundizar en la raíz democrática, la igualdad y la justicia social, prefirieron extenderse como una planta invasora por la superficie política de toda Andalucía. Se convirtieron en camalotes.
En vez de estructurar Andalucía sobre nuestra cultura democrática y nuestra singular articulación en el Estado autonómico, el socialismo andaluz eligió la desmemoria y la inanidad, dejó de mirar a los ojos a la gente y empezó a mirarse en el espejo mágico del poder, el espejo que distorsiona la realidad. Dejó de formar parte de la tupida red de relaciones sociales, asociaciones, entidades, peñas, hermandades, clubes… y se aisló para relacionarse sólo con el club de los 35 poderosos, los que no elegimos pero mandan, los mismos que tejieron un traje naranja a medida de la nueva España para cuando el PP cayese derribado por la corrupción.
A Susana Díaz nada le ha salido según había previsto: perdió las primarias para ser secretaria general del PSOE, no ha dejado de perder votos en las elecciones andaluzas a las que se ha presentado encabezando el cartel de su partido, hasta llegar al mínimo actual, probablemente pierda el gobierno de la Junta de Andalucía…En política las malas rachas te suelen llevar por delante.
En octubre de 2017, en plena crisis entre el independentismo catalán y el nacionalismo español, apareció un manifiesto llamado Andalucía por el diálogo. En él se reivindicaba la singularidad y originalidad de la transición andaluza, el 4D y el 28F, como procesos ejemplares e irrenunciables. Se pedía diálogo y pacto para resolver la crisis catalana. Había un pronunciamiento a favor de blindar los derechos sociales en una reforma constitucional y se recordaba la aspiración a la igualdad y la justicia social como imperativos éticos del pueblo andaluz.
El manifiesto fue firmado por personas anónimas y por personas muy relevantes de todos los ámbitos, escritores, poetas, pintores, músicos, actores, cineastas, profesores, juristas, periodistas, sindicalistas, activistas. Personas con las grandes distinciones de Andalucía, Hijos Predilectos y Medallas.
Al susanismo le puso muy nervioso aquel manifiesto, osaba contradecir la postura oficial y ponía en valor el liderazgo de Andalucía en un contexto de conflicto. El texto vaticinaba, además, algo que entonces sólo era una hipótesis, pero finalmente se ha revelado como una certeza: después de la reacción nacionalespañolista al desafío de Cataluña, el siguiente ataque sería la autonomía andaluza.
Y así ha sido. El sueño de la razón produce monstruos. La hidra de tres cabezas es uno de ellos. El PSOE andaluz hizo cuanto pudo por averiguar de dónde procedía el manifiesto, incluso mandaron voceros sugiriendo que detrás del mismo estaban Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo para intentar devaluarlo. No pudo hacerlo, vistas la cantidad y la calidad de las personas firmantes.
La verdad es que Rodríguez y Maíllo nunca estuvieron detrás. Siempre estuvieron al lado de las y los convencidos de que la justicia social y la igualdad son imperativos éticos del pueblo andaluz. Estuvieron cerca de quienes creen que, en democracia, el diálogo es la herramienta política para resolver los conflictos y junto a quienes pensamos que el papel de Andalucía no es la subalternidad y la sumisión a las fuerzas centrípetas, sino el liderazgo de un nuevo pacto constitucional.
El manifiesto decía algo más: “haremos cuanto esté en nuestra mano para evitar que esta crisis se resuelva por una vía recentralizadora, represiva y autoritaria alentadora de posiciones reaccionarias que no dejan de crecer en el marco europeo”.
Y esa tarea también se ha cumplido. Adelante Andalucía ha hecho cuanto ha podido. Si hay algún dique para contener el avance de la ultraderecha no lo ha construido el susanismo, que ha pactado con la derecha aparentemente bizcochable de Ciudadanos y con la derecha de las corruptelas del PP. El dique lo ha hecho la gente de Andalucía. Lo hemos construido con el esfuerzo titánico de muchas personas normales, valientes, diversas. Era en los actos de Adelante Andalucía donde se respiraba la fraternidad de la mejor izquierda, donde los gritos que coreaba la gente restauraban la memoria y el sentido de la política para quienes no tienen nada que perder y mucho por lo que luchar.
Los resultados no han sido los que esperábamos, toca reflexión, análisis y autocrítica para corregir cuanto sea menester. Señalo dos premisas que me parecen importantes: la unidad es mejor que la fragmentación. No sólo en resultados, si hubieran concurrido por separado a las elecciones, Podemos e IU hubieran tenido un resultado mucho peor que los 17 escaños de Adelante Andalucía. Hay modelos matemáticos que lo demuestran. También en política: las mujeres, los pensionistas nos señalan el camino de la unidad para conseguir los objetivos.
Y lo que queda de la izquierda andaluza y andalucista para hacer frente a las derechas es la resistencia de Adelante Andalucía. Sin esta herramienta, el tsunami ultra sería mayor y las y los andaluces de izquierda no tendríamos a nadie que nos pusiera voz en el Hospital de las Cinco Llagas.
Por eso estoy convencida de que la mejor decisión es seguir adelante. En un contexto más difícil del que imaginamos, en peores condiciones para la gente de Andalucía. Seguir adelante corrigiendo los análisis, mejorando las decisiones, sumando con inteligencia a quienes tengan algo que aportar. Agrandando el espacio defensivo y propositivo de derechos. Y defendiendo Andalucía.
El tiempo naciente al que nos enfrentamos es nuevo y oscuro. No sirven modelos anteriores. La nostalgia del 4D y del 28F no nos salvará. El PSOE olvidó la legitimación de su poder en Andalucía durante demasiado tiempo y el pueblo andaluz los ha olvidado a ellos.
No es tiempo de nostalgia sino de semilla. Y, como Sísisfo, después de la osadía de desafiar a los dioses, ahora nos toca el esfuerzo de empujar la roca colina arriba. Tenemos la fortaleza, la voluntad, la ternura y la simiente. No llevamos más equipaje que hilos de todos nuestros colores: rojo, verde, morado, verdiblanco, arco iris. Hemos construido un Nosotros y tenemos un Mañana. Vamos adelante.
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